jueves, abril 25, 2024
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Mejorar la vida de todos

«Tenemos que aprender a recobrar y a mantener la calma, a entrar en uno
mismo para poder activar el gusto por vivir, a ser para los demás como para
sí, volviendo a poner todo en su justo lugar, que es lo que hace nacer el
optimismo».

Víctor CORCOBA HERRERO

Tenemos que comprometernos. Es tarea de todos colaborar y
cooperar en mejorar la vida. No se debe ignorar la pobreza, la falta de
hálito de tantos desfavorecidos y tampoco el sufrimiento de una parte grande
de seres humanos. Los Estados han de ser más sociales y democráticos de
derecho, sin duda. Nos merecemos una existencia decente, con un mínimo de
seguridad en todas las regiones del astro, con unos sistemas alimentarios
más sostenibles, ecuánimes y solidarios. Considero que, la humanidad en su
conjunto, tiene que activar los medios de subsistencia de la ciudadanía, a
medida que luchamos por un porvenir más esperanzador. Lo importante radica
en persistir, en acogernos mutuamente para vivir con tranquilidad. No son
los derroches ni el cúmulo de riquezas, sino el sosiego y el trabajo, los
que proporcionan el bienestar. Es de desear, por consiguiente, que el
diálogo entre naciones continúe de manera provechosa, en beneficio de ese
bien colectivo que a todos nos incumbe, bajo la guía del respeto y la
consideración hacia toda savia.



No hay otro modo de descubrirse a sí mismo y de realizarse,
que el laboreo que sale de las manos de un ser. Tanto es así, que en medio
de la crisis hay motivos para la esperanza, si nos unimos en favor de la
justicia social. Según un reciente informe de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), es probable que la actual desaceleración económica
mundial obligue a más trabajadores a aceptar empleos de menor calidad, mal
pagados y carentes de seguridad laboral y protección, acentuando así las
desigualdades exacerbadas por la crisis de la COVID-19. De ahí, la necesidad
de favorecer el entusiasmo humanitario, para facilitar el establecimiento de
un nuevo contrato social a escala global. Por ello, quisiera renovar la
expresión de mi más profunda gratitud hacia esas gentes que se esfuerzan por
dar a las relaciones entre culturas diversas un carácter realmente
cooperante y de cercanía. Indudablemente, no son pocos los refugiados que
han estado viviendo en condiciones inhumanas, que requieren de nuestro apoyo
para sus legítimas aspiraciones.



Al igual que no es el trabajo lo que envilece, sino la
ociosidad; también la pausa reflexiva suele desenredar todos los nudos, que
los diversos caminos suelen ofrecernos. Las prisas no son buenas para nada,
ni para nadie. Tenemos que aprender a recobrar y a mantener la calma, a
entrar en uno mismo para poder activar el gusto por vivir, a ser para los
demás como para sí, volviendo a poner todo en su justo lugar, que es lo que
hace nacer el optimismo. No olvidemos, pues, que todos somos corresponsables
los unos de los otros, lo que nos exige invertir en un planeta saludable
para obtener alimentos beneficiosos. Por otra parte, hemos de prestar más
atención a las políticas comerciales y de mercados, ya que pueden desempeñar
un papel esencial en la mejora nutritiva, a través de una mayor
transparencia, reduciendo la incertidumbre y favoreciendo la previsibilidad
agroalimentaria, en pro de la verdadera satisfacción y de la defensa de los
valores humanos. Ojalá, seamos capaces de transmitir esta antorcha de un
clarear sin ocaso a las generaciones venideras.



En cualquier caso, todo parece indicar que la inseguridad
alimentaria seguirá creciendo; y, a esto hay que añadir, la desocupación de
tantas gentes, incapaces de conseguir un puesto de trabajo digno. Sabemos
que todos estos problemas obedecen a causas muy complejas, pero me angustia
pensar que sean las personas más débiles en recursos, quienes deban sufrir
con más castigo las consecuencias negativas del momento. Quizás si
tuviéramos una mayor conciencia social a todos los niveles y en todos los
sectores, podríamos hacer que la vida de todos mejorase, fuese más benigna
en suma. Desde luego, tenemos que hacer todo lo posible y hasta lo
imposible, a la hora de poner los medios para crear un orden social más
equitativo, con una justa distribución de los bienes producidos por el
trabajo de todos. Son exigencias morales que obligan en salud (física o
mental) a ser mejores ciudadanos del mundo. Al fin y al cabo, no hay mejor
respiración para tener inmunidad, que mover el cuerpo y que repose la mente.
Ganaremos robustez e injertaremos fortaleza a los pasos existenciales de
esta época, que buena falta nos hace.

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