Eduardo Claure
El desarrollo sostenible, cuya definición está contenida en el informe de la WCED de 1987, más conocido como Brundtlant Report, define el desarrollo sostenible como “aquel capaz de satisfacer las necesidades presentes sin comprometer la posibilidad de que las futuras generaciones satisfagan sus propias necesidades”. Este objetivo que se basa en la gestión adecuada de los recursos, también ha de constituir la finalidad prioritaria de cualquier planificación territorial y urbana, y por ello, es tan importante el acuerdo adoptado internacionalmente, en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río en junio de 1992, conocido como “El compromiso para la Agenda 21”, que persigue “el detener y revertir el daño medioambiental en nuestro planeta y promover el desarrollo sostenible en todos los países”, y para conseguirlo propuso medidas específicas, para que todos los municipios y comunidades urbanas del mundo adopten estrategias centradas en ocho objetivos dirigidos a mejorar la situación en las ciudades: 1. Facilitar el acceso a una vivienda adecuada; 2. Mejorar la gestión de las ciudades; 3. Promover una gestión y planificación sostenible del territorio; 4. Facilitar infraestructuras medioambientalmente sostenibles; 5. Promover el uso de tecnologías energéticamente eficientes, energías alternativas provenientes de fuentes renovables y sistemas de movilidad sostenible; 6. Fomentar en los países en áreas de riesgo la planificación tendente a evitar y/o recuperarse de los catástrofes naturales; 7. Promover la implantación de actividades industriales y de construcción sostenible; 8. Desarrollo de los recursos humanos.
Para su aplicación en la gestión y planificación sostenible del territorio y particularmente del desarrollo urbano, estos objetivos pueden concretarse en cuatro principios (E. Higueras, 2009): 1. Control de su huella ecológica considerando el suelo urbano como un recurso valioso y disminuir el consumo de energía, suelo y recursos en general; 2. Cierre de los ciclos de materia y energía del ecosistema urbano, controlar la expansión urbana extensiva , reciclar el patrimonio edificado con políticas de rehabilitación en la ciudad consolidada y disminuyendo la producción de residuos y desechos no reutilizables; 3. Apuesta por la singularidad de los desarrollos urbanos, adaptándolos a su clima y contexto, utilizando los principios del urbanismo bioclimático y además proyectar y construir los nuevos barrios y nuevos edificios con estrategias de máximo ahorro y eficiencia energética; 4. Aumento y mejora de la cohesión social. Estos principios, serian deseables, a adoptarse por las autoridades encargadas del tema referido al “desarrollo urbano sostenible”, del que sufre el municipio de Tarija, no pretenden ser, en esta oportunidad, sino una ayuda memoria, trascendente a la NO planificación urbana sostenible, a la que está sometida la ciudad, desde hace décadas.
Estos principios pueden transformarse en directrices útiles para el planificador concretados en un decálogo de buenas prácticas que parcialmente o en su totalidad son aplicables a cualquier desarrollo urbano sostenible: 1. Densidad urbana y control de la expansión del suelo urbano. La densidad urbana moderada es un factor clave. Establece la relación entre el número viviendas y la superficie que ocupan en el territorio. La baja densidad (inferior a 20 viv./ha) consume mucho suelo útil y energía y es ineficaz y costosa por cuanto qué: Aumenta el costo de las infraestructuras varias, así como la ejecución y mantenimiento de todas las redes de abastecimiento y evacuación; Favorece sistemas de movilidad basados en el automóvil particular para las actividades cotidianas y penaliza el transporte público, que genera congestión en vías urbanas en horas pico; Aumenta el consumo de energía al aumentar desplazamientos individuales; Condiciona el equilibrio dotacional puesto que impide la localización de equipamientos cercanos a todos los residentes. La densidad adecuada debería situarse entre un mínimo de 55-65 viv/ha. y un máximo de 100 viv/ha., combinando morfologías y tipologías edificatorias y programas familiares diversos, con equilibrio de dotaciones, equipamientos y zonas verdes y con un determinado índice de compacidad. Las densidades deben complementarse con el control de la expansión del suelo urbano para limitar el consumo excesivo de suelo útil; 2. Diseño del solar pasivo y aprovechamiento activo de las energías renovables. Las estrategias bioclimáticas no son nuevas, han formado parte de la ciudad tradicional y estaban en la base de los principios higienistas del movimiento moderno. De la misma manera, que la forma y orientación del edificio son fundamentales para optimizar su respuesta pasiva en un determinado entorno climático, a escala urbana la planificación debe prever que la estructura y trazado urbano y la posición y forma de los edificios mediante el estudio de las sombras arrojadas, permitan su correcta orientación y la optimización de la ventilación natural.
El diseño urbano no solamente debe determinar la disposición del trazado vario y la dimensión de las calles, sino precisar además la forma y posición del arbolado, el control de las turbulencias del viento, la disposición de láminas de agua, el tratamiento de superficies y pavimentos y el uso de la jardinería y la vegetación para atemperar el efecto “isla de calor”. A partir de un trazado urbano que permita la correcta orientación de los edificios, la arquitectura, debe construirse según el principio del ahorro y la eficiencia energética, utilizar al máximo la iluminación y ventilación natural, así como los elementos para regular la radiación solar, prever un aislamiento máximo y aprovechamiento activo de las cargas solares en climas fríos y dotar a las fachadas y cubiertas de un acabado multicapa para evitar cargas térmicas indeseadas en climas cálidos y utilizar la inercia térmica apropiada (alta en climas temperados, baja en climas tropicales) y el refrescamiento evaporativo, mediante la ventilación. En los edificios también deben incorporarse las tecnologías para la producción de energía procedente de fuentes renovables, como el sol, el viento y la geotermia, y para evitar el despilfarro de recursos, construir preferentemente con materiales regenerables como la madera o materiales inagotables como la tierra (para ladrillos) o arena (para el cristal). Desafortunadamente en la mayoría de las periferias urbanas construidas en las últimas décadas, se han desvirtuado los optimistas postulados iniciales de la cultura urbanística, y se ha olvidado, el objetivo del correcto soleamiento y la adecuada ventilación. Muchas ciudades europeas se han llenado de barrios uniformizados con resultados arquitectónicos mediocres y soluciones constructivas de baja calidad que consumen mucha más de la energía necesaria; 3. Complejidad y mezcla de usos. Debe conseguirse un equilibrio de actividades urbanas con mezcla y variedad de usos, tipologías y morfologías edificatorias en las estructuras urbanas, ya que ello ayuda a estructurar y enriquecer el espacio urbano, al dotarlo de referencias y de singularidades. La mixticidad de usos, al combinar la actividad residencial con las actividades terciarias, comerciales e industriales compatibles, etc. posibilita que el lugar de trabajo se encuentre cercano a la vivienda, y ello evita los barrios mono funcionales, “barrios dormitorio”. La variedad de formas arquitectónicas permite asimismo la mejor adecuación a la topografía y las condiciones del lugar; 4. Integración equilibrada de la red de dotaciones, áreas verdes y zonas libres. Los sistemas de dotaciones y zonas verdes deben plantearse como sistemas estructurantes de la vida urbana, adecuados en cantidad y calidad a los requerimientos sociales particularizados de cada emplazamiento, permitiendo zonas ambientalmente equilibradas y de bajo mantenimiento. La vegetación y el arbolado debe perseguir la biodiversidad, utilizado especies autóctonas considerando las condiciones paisajísticas de su entorno natural y que estén aclimatadas a las condiciones del clima local. La restitución de la naturaleza en la ciudad debe hacerse a imitación de su entorno natural para conseguir atemperar el efecto “isla de calor” con el microclima generado por la vegetación de los espacios libres, deben establecerse sistemas para conseguir la continuidad de los espacios verdes (a imitación de los corredores ecológicos en el medio natural); 5. Salud y bienestar. La mayoría de nuestras ciudades en las que la gente habita la mayor parte de su vida, no solo son perjudiciales para su entorno natural sino también para la gente que vive en ellas. Sus habitantes trabajan en ambientes privados de la iluminación natural y climatizados artificialmente, no disfrutan del aire fresco y tampoco pueden controlar el sistema de acondicionamiento artificial y no tienen contacto visual con los espacios exteriores abiertos. Un desarrollo urbano sostenible debe fomentar que sus edificios tengan luz natural, aire fresco y ausencia de materiales tóxicos, estén libres de humos y abiertos visualmente a los espacios exteriores ajardinados y promuevan actividades comunitarias, ello hará que sus habitantes disminuyan su absentismo laboral e incrementa la productividad en el trabajo; 6. Movilidad sostenible. Una gestión sostenible del tráfico urbano pasa por mejorar el transporte público, fomentar el tráfico peatonal y los recorridos para bicicleta, para ello se hace necesario redimensionar el espacio público y conseguir que el peatón sea el protagonista de la ciudad. (no más de 250 mts. de separación en los recorridos más largos para acceder a los sistemas de transporte). En algunas zonas de la ciudad deberían introducirse medidas para mejorar el tráfico rodado laminándolo, con estrategias de velocidad variable en función de la densidad de tráfico, regularización semafórica etc., control de acceso de vehículos privados en determinadas zonas de la ciudad, restricciones en las áreas de aparcamiento en superficie. Gestión de la carga y descarga; 7. Gestión cíclica de energía, materiales y residuos. Para reducir la huella ecológica urbana, desde una aproximación sistémica, es necesario actuar sobre los flujos de materia y energía y conseguir un balance energético equilibrado (cero emisiones ) y para ello se debería: a) Fomentar el uso de energías renovables, para el transporte público, los sistemas de alumbrado de calles, la producción de agua caliente sanitaria y electricidad en los edificios, porque ello reduce las emisiones a la atmósfera, y al depender menos de combustibles procedentes de fuentes fósiles disminuye la huella ecológica y mejora el balance energético de la ciudad. Cerrar los ciclos del agua, con separación de aguas blancas, grises y negras y su adecuada gestión y depuración, (p.e. las aguas grises para riegos de parques y jardines), aprovechamiento y utilización del agua de lluvia, al objeto de reducir las necesidades de agua limpia y tratada para todos los usos urbanos y disminuir finalmente los m3 cúbicos totales extraídos del medio natural; b) Implementar la reducción, reutilización y reciclaje de residuos sólido urbanos en todas las escalas desde la basura doméstica a los escombros urbanos generados por las obras, para evitar los problemas sociales, medioambientales y logísticos que crean la gran cantidad de residuos que se generan. Tratamiento de todo el residuo orgánico para la producción de abonos naturales tipo “compost” para abonar parques y jardines sin generar contaminantes químicos de suelos y freáticos, y eliminar residuo que de otra manera debe acumularse en un vertedero convencional. La valorización de los residuos tal como sucedía en las sociedades preindustriales y su consideración como un recurso pasa por el reciclaje máximo de los materiales en derribos y recuperaciones para utilizarla como materia prima secundaria en otros procesos industriales o constructivos; c) Rehabilitación y reutilización del patrimonio construido entendido como un bien cuyo ciclo de vida todavía no ha terminado; 8. Control y regulación centralizada de las infraestructuras urbanas. Algunos autores señalan que, la ciudad del mañana, estará sometida a dos tipos de influencias, la ecología y la alta tecnología. Para conseguir la ecoeficiencia en consumo de agua, electricidad y otros recursos habrá que dotar de inteligencia a todo lo que nos rodea. Un futuro tecnológico instalado en el centro de la ciudad permitirá tener redes inteligentes de suministro de agua y electricidad con sensores integrados con programas de análisis que permitan detectar fugas de agua y energía capaces de ahorrar y administrar recursos de forma automatizada, la clave está en unir la infraestructura física a la tecnológica para obtener la información en tiempo real y actuar sobre ella anticiparse. Todos los sistemas tecnológicos de tráfico, edificios, hospitales, estarían conectados entre sí, cada edificio objeto y esquina estaría inundado de sensores, fibra óptica y líneas de comunicación. Una sala central de operaciones será el cerebro de una urbe por la que correrá la información (Ciudad Inteligente, no spots, ni discursos, ni clichés); 9. Valoración e integración en su entorno natural. El entorno natural de las ciudades (suelo peri-urbano) debe ser objeto de un tratamiento específico con una valoración ambiental, preservando y protegiendo las zonas de valor del medio natural (corredores ecológicos verdes y fluviales), abriendo conectores campo-ciudad a través de cauces fluviales o franjas arboladas, utilizarlo como suelo para el control de la expansión urbana para el equilibrio de la huella ecológica; 10 Cohesión social y comunidad. La cohesión social está íntimamente ligada a la mezcla, de rentas, de profesiones y oros sin formación, de religiones, de identidades diversas, presencia de etnias, migrantes rural-urbano, interurbanos locales, nacionales y extranjeros, etc., en cierta proporción propia de cada dinámica , y constituye la clave para fomentar la participación ciudadana en los procesos urbanos. Este escenario socioeconómico debe completarse con una adecuada solución formal del espacio público que refleje la diversidad y mezcla de usos y funciones del entretejido urbano.
Estas recomendaciones son vigentes y pueden servir como ayuda memoria a la gestión municipal y departamental, son plenamente validas, por cuanto están sujetas al Acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático suscrito el 22 de abril de 2016, tema que será parte del tratamiento de la próxima COP 26, Conferencia de NN.UU. a realizarse del 1-12 de noviembre en Glasgow, Escocia, que tiene que ver con las acciones frente al cambio climático, además, que, debieran estar las autoridades subnacionales, engarzadas a las acciones del Laboratorio de Aceleración que en Bolivia despliega el PNUD, para abordar los desafíos del desarrollo sostenible. Además, conviniera aprovechar la oferta externa, para la implementación de Plantas Industrializadoras de Basura con un fondo de 1200 MM de dólares que beneficiarían a generar 15.000 empleos, plantas que beneficiarían a los municipios de Oruro, Tarija, Sucre, Montero, Warnes y Yacuiba. Muchas opciones para no desecharlas.