viernes, mayo 3, 2024
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A propósito de la PTAR, del libro Isaac Attie: El regreso del Turco Rubio

Alfonso Blanco

Cobardes
Lagunas de oxidación de aguas residuales, barrio San Luis, ciudad de Tarija, 8 am.

-¡Don Isaac, no podemos vivir con este olor!
Era el lamento de la presidenta del barrio San Luis, parada al borde de las lagunas de oxidación de aguas servidas de Tarija.
-¿No entiendo, entonces por qué ustedes se oponen a la construcción de la nueva planta de tratamiento de aguas residuales?, respondía Don Isaac.
-Porque queremos que saquen las lagunas de oxidación de acá, le respondieron.
-¿Dónde las llevarán?, cuestionó.
-No sé, pero deben salir de San Luis, afirmaron.
-Parece que no hay otro lugar, todos los colectores de aguas servidas desembocan en San Luis y la propiedad de la tierra es del Estado, comentaba calmado el Turco Rubio.
-Es zona urbana, no se puede en zona urbana, refutaron.
-Conozco ciudades donde estas plantas están en el centro, y no huelen, añadió Don Isaac.
-Es muy caro el proyecto, objetaba nuevamente la presidenta del barrio.
-Ese tema deben resolverlo las autoridades, hay formas de financiar estas obras grandes, yo lo hice así cuando fui alcalde, explicó el Turco Rubio.
Estaba muy claro que la intención de la presidenta del barrio San Luis era encontrar todos los argumentos posibles para oponerse a la construcción de la nueva planta de tratamiento de aguas residuales en el lugar actual, aunque los profesionales dijeran que era el sitio adecuado.
Aún, conociendo todos los antecedentes, porque los había leído en la Prensa de varios años atrás, Don Isaac intentaba razonar con la representante de los vecinos de San Luis, quien volvió a la carga:
-La nueva tarifa será muy cara, mencionó.
-Como dije, eso debe ser un tema que las autoridades resuelvan, para eso están los técnicos en finanzas, refutó el Turco Rubio.
-¡Se usará mucha energía eléctrica, las lagunas deben salir de San Luis!, insistió la Presidenta.
El Turco Rubio conocía este tipo de paranoia. Por más que las razones para construir la planta en San Luis fueran verídicas, los dirigentes de este barrio estaban empecinados en que las lagunas de oxidación salgan de su zona.
“Es como una secta”, sólo creen en lo que el Pastor les dice. “¿Pero qué tipo de secta?”, continuaba cavilando Don Isaac, “así como los católicos tienen iglesias, los judíos sinagogas y los musulmanes mezquitas, esta secta tenía como templo ¿las lagunas de oxidación?”, parecía una locura, “por eso no quieren que se intervenga en el sitio”, comenzaba a concluir el ex alcalde.
Recordó relatos de vecinos que veían por las noches luces y que algunos se habían acercado a mirar, pero fueron alejados por gente armada. Conocía testimonios sobre ceremonias con grandes fogatas al borde de las lagunas durante las noches de luna llena, con gente danzando alrededor del fuego.
“¿Se habrá convertido este lugar en un sitio de adoración pagana?, ¿así como se ve en las películas?”. “Esto no tiene sentido, estoy pasando mucho tiempo en Internet”, se regañaba a sí mismo el Turco Rubio.
Absorto en sus pensamientos, Don Isaac no se dio cuenta que otros vecinos habían comenzado a llegar y estaban discutiendo. Unos querían que se hiciera cualquier tipo de intervención para mitigar los olores y otros se oponían.
-¡Peor no podemos estar!, ¡mi papá nació, vivió y murió con el olor fétido de las lagunas!, decía el representante del grupo de vecinos que estaba de acuerdo con la construcción de una nueva planta de tratamiento de aguas residuales en San Luis.
-¡De una vez que se haga algo!, agregaba.
-Usted no sabe lo que dice, si dejamos que inviertan un centavo acá, no saldrán nunca más, interrumpía otro.
-Yo fui a Santa Cruz y vi que las plantas de tratamiento de aguas servidas no huelen.
-Es que allá tienen mucho dinero para el mantenimiento, replicaba la Presidenta del barrio.
-Eso se cubre con la tarifa, le contestaba otro vecino, y tenemos el ejemplo de la planta de San Blas que es idéntica y ya funciona, señalaba.
Se refería a la nueva planta de tratamiento de aguas residuales instalada en la comunidad de San Blas sobre la ribera opuesta del río Guadalquivir. Ésta se encontraba en operación y no despedía ningún olor.
La discusión se estaba poniendo tensa, “parecen talibanes, no entienden razones”, cavilaba Don Isaac.
De repente, llegaron más vecinos, los políticos, el Comité Cívico, las juntas vecinales, la Prensa, hasta un representante del Presidente del Estado, todos querían marcar presencia, más aún cuando la reunión se estaba transmitiendo en vivo por las redes sociales. Alguien llevó un parlante para que todos pudieran escuchar.
Finalmente, el encuentro se convirtió en una asamblea vecinal interinstitucional dirigida por Don Isaac.
-Nosotros ya financiamos el estudio que indica como mejor opción San Luis, pero ustedes se oponen, se quejaba el representante del gobierno nacional.
-Es un estudio que no sirve, está mal hecho, hará subir la tarifa y no resolverá el problema, respondía la dirigencia del barrio, respaldada por sus asesores técnicos.
-Ustedes sólo quieren que los contraten para hacer otros estudios, no les importa el barrio, únicamente su bolsillo, les acusaba un señor mayor, quien visiblemente afectado comentaba:
“El año 2009 quedará como un mal recuerdo en mi vida, por la posibilidad perdida de construir una nueva planta de tratamiento de aguas residuales de la margen izquierda del río Guadalquivir en el barrio San Luis, con fondos donados por la Cooperación Internacional. La oposición de nosotros a este proyecto hizo que se perdiera el financiamiento para esta planta. Lo mismo pasó en el año 2021, ustedes como activistas cuestionaron la factibilidad del proyecto de esta planta de tratamiento de aguas residuales, provocando que no se logren las inversiones para instalarla, y ahora tenemos que seguir viviendo con la contaminación y los olores”
Este testimonio por un momento acalló a todos. Los dos bandos continuaron las acusaciones.
-Ustedes los políticos deben tomar la decisión, ¡para eso los elegimos!, les espetaba un grupo de vecinos.
Los aludidos, dudando y tratando de medir el impacto de sus palabras respondían: “no podemos hacer nada si ustedes se oponen”.
-Se oponen los de la directiva, ¡nosotros queremos que se haga la planta!, gritaba desde el fondo otro vecino.
El presidente del barrio, sintiéndose acusado, respondió: “Queremos lo mejor para todos”.
Los políticos repitieron lo de siempre: “Que se haga la voluntad del pueblo”. Y era comprensible, pronto se llamaría a elecciones y querían agradar a todos. Luego se pusieron de acuerdo entre ellos y prometieron que encontrarían otro lugar para el tratamiento de las aguas residuales.
El Turco Rubio resignado, trataba de entender el razonamiento de las autoridades; “fueron elegidos para mejorar la vida de la gente, pero se comportan como cobardes”, pensaba y se refería a que, al menor atisbo de oposición, retrocedían y proponían encontrar otros sitios, sabiendo que nadie aceptaría tratar las aguas servidas en su comunidad, y esa, nuevamente para Don Isaac era “una actitud cobarde”, que postergaba la decisión sin ninguna posibilidad de solución.
Era la primera vez, desde su retorno a Tarija, que Don Isaac no podía resolver un tema importante. “No podía ser todo perfecto, espero que algún día vuelva la cordura a mis conciudadanos”, concluía el ex alcalde. Se dio por terminada la reunión.
La Policía llegó tarde, el Turco Rubio había desaparecido.

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