Entre espejismos de cambio y crueles realidades políticas

Por Eduardo Claure

El 2005 y siguientes surgió un espejismo político en Bolivia, se hizo creer que la izquierda había accedido al poder, inaugurando la ruta ansiada -desde la revolución de octubre, el PCB y la guerrilla fracasada del Che, incluida- hacia la instauración del socialismo con una figura trascendental: que el pueblo estaba en el poder; suceso simplemente ingenuo y ladino para incautos y, las masas -bases- de ignaros. Debe reconocerse la importancia de aquel “movimiento ciudadano hacia la revolución”, que sin embargo ya, en el poder, arribó con reformas socialdemócratas llevadas a cabo desde el aparato estatal, que hoy se comprueban en términos políticos e institucionales, que NO provocaron cambios estructurales en el aparato productivo boliviano. Simplemente, en casi dos décadas, no se produjeron alteraciones al régimen de la propiedad privada, no existió una economía de planificación central estatal con capacidad de revolucionar el modo de producción capitalista, que es la característica del modelo boliviano de su economía -de siempre- en general y de los sectores campesinos en particular. En 17 años de poder/gobierno/partido (Estado) no se avanzó en la construcción de una sociedad socialista, marxista, comunista ni “comunitaria”, tal como eran las peroratas de los lideres del proceso de cambio. No se dio el mínimo paso a ser como Suiza en plazo perentorio, como se dijo con furiosa vehemencia y reiterativamente en arengas más larga que la bandera azul de 115 km que “reivindicó” al perdido mar.Bolivia ha sido testigo de una ilusión óptica política, en cuyo transcurso hubo una refracción de una realidad que se hizo creer ver lo que en realidad no era, generando únicamente falsas expectativas políticas. Este espejismo hizo creer que un fatuo progresismo fue una revolución ciudadana que llevaba a un Socialismo del Siglo XXI, que resultó falso en tanto no constituyó una tendencia cíclica o un cambio estructural de la formación social capitalista boliviana, en la que siempre se desenvolvió: seguimos tan liberales, neoliberales y capitalistas como el más empresario y el más campesino, dueños ambos de los medios de producción: capitalistas por excelencia y naturaleza. Ya en el poder, la perfidia política del proceso de cambio, produjo otra alucinación, la proposición falsa que se gobernaría en base a la acción empática o íntimamente concurrente entre dialogo y participación ciudadana como un todo, tal como si fuese una vía de participación democrática, que nunca fue, más bien, provocando una confusión conceptual malévola, otro avieso espejismo político. Este hecho vale como ejemplo en las explicaciones del ministro de educación respecto a la nueva -rechazada- curricula escolar que indica que esta propuesta pedagógica es “integral”. Muchísimos ciudadanos, pensaron al votar el 2025 que “el gobierno prometido” trabajaría a profundidad de cómo hacer mejor la democracia actual, cómo reorganizar los principios de la representación política, como dotar a los diseños institucionales de la democracia de nuevos contenidos y nuevos derechos, es decir, en repensar la construcción del nuevo “estado Plurinacional” y transformar el andamiaje institucional del régimen político, precisamente, para redirigir el rumbo del desarrollo democrático, social y económico de la Bolivia republicana y democrática, con respeto a los DD.HH., la ley, en un Estado de Derecho con plenas libertades y garantías constitucionalizadas en vigencia plena. Lamentablemente, nada de esto sucedió. Nunca hubo antes un gobierno que hizo escarnio de estos paradigmas de la democracia, como este constituido en Partido/Gobierno/Estado. Muchísimos ciudadanos, pensaron al votar el 2005 que, el “gobierno prometido”, trabajaría a profundidad de cómo hacer mejor la democracia boliviana, cómo reorganizar los principios de la representación política, cómo dotar los diseños institucionales de la democracia de nuevos contenidos y nuevos derechos, es decir, en repensar la construcción del Estado -Plurinacional-y, transformar el andamiaje institucional del régimen político precisamente para redirigir el rumbo del desarrollo político democrático, social y económico de la Bolivia republicana y democrática, modificando ventajosamente el patrón y estilo de inserción en el proceso globalizador que se venía venir. Obviamente, no sucedió nada de aquello y, es más, no se implantó acciones de ningún tipo para que exista y sea vigente una política para la democracia, un Estado para la democracia, una economía para la democracia, y una inserción en la globalización con democracia. Pero, nada de nada, más bien se revivieron actitudes en boca de personajes políticos degenerados revividos en una resurrección política patética y escandalosamente corrupta. Se pensó que el nuevo y prometido gobierno defendería las conquistas de la democracia política y su compromiso con la defensa de los derechos humanos, entendidos como la concesión de garantías al ciudadano frente a los riesgos de la arbitrariedad y el despotismo de las agencias del “Estado autoritario neoliberal” que se dijo se superaría. En esta perspectiva, se pensaba que existiría una democracia de calidad que profundizaría la construcción de las instituciones políticas que sostienen los derechos políticos y civiles de los ciudadanos que permite a través del estímulo de nuevos esquemas de participación política, en la que los ciudadanos ejerzan el poder de defender o alcanzando nuevos derechos sociales que faltaban por aplicar en aquella democracia pactada, de espurios acuerdos y entregada al imperio. Qué sucedió entonces. Simplemente que se vivió un espejismo, tal como sucedió cuando Alicia, la del País de las Maravillas, cruzó el espejo y se encontró con “otra realidad”, fantástica, irreal -en el fondo-, pero que, enseña varios detalles a tomar en cuenta: se entiende que el pasado no se puede cambiar, sólo podemos aprender de él, para diseñar y vivir el mañana real. Señala el origen de los males mayores y de las codicias destructivas de la mentira. También enseña la importancia de la justicia y de decir siempre la verdad. Alicia vivió un drama rojo y, Bolivia, vive uno azul. En este contexto la democracia boliviana sigue siendo un voto al foso, dado el corrupto sistema informático del TED y su personal; la involución del sistema político, por su pérdida de capacidad para una mejor inserción en la economía internacional globalizada, su ninguna capacidad industrial -prometida- y por la naturaleza de las capas sociales de sus dirigentes del MAS-IPSP en función pública y administradores de empresas estatales llevadas a la quiebra irremediable, que no puede más que oscilar entre formas de dominación autoritaria y, sin ningún intento de ensanche democrático o participativo. Por eso, todo indica que la actual “democracia”, entendida como medio de integración de todas las categorías de la población, será por mucho tiempo un espejismo que los poseedores del poder azul harán brillar insistentemente hacia un porvenir incierto y una ilusión para los excluidos de siempre, las clases medias, los no indígenas originarios campesinos en calidad de los nuevos condenados de la tierra boliviana, donde la “economía blindada” únicamente sobrevivirá con la usurpación de los dineros depositados en las AFPs, próximamente a ser “invertidos” en proyectos de “alta rentabilidad” como fueron los recursos gastados en proyectos del malhadado Fondo Indígena, FONDIOC, bajo la presidencia de su directorio el ex ministro de economía y finanzas públicas y la experta en gestión administrativa de fondos públicos, provenientes del 5% de la renta hidrocarburifera, que tal como el “mar de gas” o ENATEX, se volatilizaron por culpa de infiltrados de la derecha golpista separatista y del imperio. En un futuro no muy lejano, los publicistas, comunicadores, voceros, dialogantes, dirigentes, autoridades y similares del gobierno del MAS-IPSP, serán estudiados como “los filósofos del proceso de cambio”, como aquellos que modificaron actitudes y comportamientos en masas de ignaros y no, metiendo el puño alzado en lo profundo del deseo y esperanza humana insatisfecha, de la eterna búsqueda boliviana de felicidad, la estabilidad económica y política, del desarrollo, de una boyante industrialización, de una democracia participativa, de un sistema de justicia independiente con administradores probos, de la desaparición del narcotráfico, la corrupción y otras “prodigios” endémicos azules, que hoy, tras 17 años, más bien, continúan asolando Bolivia, tal como -estos meses- reflejan titulares en medios nacionales, en los que se percibe que no existe una pelea política encarnizada por una gestión del desarrollo boliviano -mar, Silala, litio y AFPs incluidos-, sino más bien, parece una escaramuza entre carteles como suceden en Sinaloa o ciudad Juárez, que cada vez más, sube de tono, mientras las movilizaciones sectoriales, las distracciones en la ALP y la persecución política sigue su curso, tal como refería en el pasado reciente, un falso titulado académico de los números: “estrategia envolvente”. Esta realidad, supera el espejismo vivido.