Reciclaje o renovación, el cara o cruz que acobarda a la residual clase política

Eduardo Claure

Un proceso político en desarrollo, que es lo que muchos cómodos políticos no entienden, es una acción que impulsa racionalmente una visión y posicionamiento frente a un escenario adverso al que sortear satisfactoriamente para sí y, para el colectivo social nacional, que es su “población beneficiaria” de sus actos.  Los actuales dirigentes de partidos políticos -no son líderes- “democráticos”, será que han pensado ofrecer al pueblo boliviano hacia las elecciones nacionales del 2025 desarrollar un trabajo interno y externo con un contenido hacia una Nueva Concepción de Partido Político.? Será que han realizado un acto profundo de constricción, de reflexión política e ideológica para asumir semejante decisión.? Se habrán atrevido a tanto.? Será que tienen esa capacidad que la sociedad no conocía de ellos.?

El tiempo político actual, debe ser -así se entiende- un espacio de profunda meditación, introspectiva que debieran realizar, oportunamente y propicia la clase política opositora para agendar un proceso multidimensional y complejo, no exento de tensiones y que corra paralelo con la tarea de reelaborar el sistema democrático, cuestión que debió ser iniciada transcurrido el periodo 2006-2008 del desencanto del gobierno del  proceso de cambio, y que ha venido a consolidarse en el presente como tirano. Es a buen juicio, multidimensional porque la renovación no debió ser limitado a un cambio generacional en las elites dirigentes, ni en la simple adecuación del discurso a las nuevas exigencias coyunturales. Por el contrario, debió implicar una revalorización de la democracia, un replanteamiento frente a las ideologías totalitarias del socialismo del siglo XXI, la influencia del narcotráfico, de la corrupción, de la judicialización de la política y una modificación conceptual en el significado de la política, de su “renovada oferta” para recuperar la democracia. Se esperaba también, un proceso complejo, porque se ha producido una fuerte crisis del paradigma democrático y del desarrollo no solo a nivel regional, continental, sino mundial: global.

Entendemos, como bolivianos adscritos a la libertad y la democracia qué, este proceso de cambio nos obliga a reconocer que ha sido un periodo y proceso que obliga a generar tensiones políticas nuevas, que cruzan el espectro de todos los actores de una manera horizontal. Observamos por un lado sectores tradicionalistas, renuentes al proceso renovador, que preferirían ver vigentes las utopías ideológicas del siglo pasado, y cuya acción política se subordina a los esquemas “fenecidos” del pasado. Existen por el otro lado, sectores renovados que en general se han proyectado desde el campo del quehacer intelectual hacia los cuadros partidistas, asumiendo para ello que las relaciones sociales se articulen hoy en torno a nuevos ejes, para que la convocatoria de esos partidos no descansen más en el pasado sino, en los desafíos del futuro, y asumiendo además, que una definición frente al tema de la modernidad globalizada es uno de los aspectos claves de la agenda cultural y política presente en los umbrales de este exigente Siglo XXI y todas sus “novedades” que trae consigo: IA, movimientos de identidad de género a cual más diverso y variopinto conducentes a una catástrofe social y familiar, narcotráfico naturalizado como alternativa  económica a la pobreza y la vida light, corrupción como objetivo de gestión pública, pedofilia ejecutiva y pederastia clerical, etc., etc.

Para esta etapa de renovación, debió asumirse nuevos desafíos y tareas, que sobrepasen los respectivos intereses y enfoques partidarios y de sus propietarios de siglas y signo -pues no son líderes- como la necesidad de compatibilizar los estilos de hacer política práctica pero con  esquemas renovados del discurso en lo ideológico, entendiendo que la renovación no involucra un pragmatismo sin sentido, sino qué, es relativizador, que  impone una importante afirmación ética en el campo de la acción, que demanda consecuencia entre el decir y el hacer. Debieron desarrollar y aplicar un “concepto” que, de señales, que la política debe ser tan transparente como el mercado, siendo tan liberales como lo sienten y, no lo expresan, pues siguen comportándose ambivalentes, pendulares, irresolutos. El estamento dirigente de la oposición -se dicen demócratas- todavía no actúa en correspondencia con el real sentir de los bolivianos que ansía libertad, democracia, Estado de Derecho, justicia proba, cero corrupción y narcotráfico, de este modo la clase política, es vista  encerrada en sus discusiones de cenáculo, no pocas veces entrampada en preciosismos procesalistas que sólo a ella interesan, se han alejando de la base social, generándose así un problema de invisibilidad: expansión de la apatía política, que no es otra cosa que el desencanto de las personas por la acción de los políticos, que demuestran ser cada vez más  individuos execrables, corruptos, sin ética y sin moral: ley del oro.   

Se hace necesario, entonces, reconciliar la política con los valores prevalecientes en la sociedad, del pueblo boliviano para que junto con la valorización efectiva de la democracia como sistema -que casi nadie hoy objeta- se dé asimismo, una valorización positiva de la política como actividad que permita, entre otros factores, que aquel sistema de gobierno funcione, ya que cuando la apatía se generaliza como conducta, aparece en el horizonte los fantasmas criminales del populismo, del mesianismo y, del totalitarismos que, como se ha comprobado, reniegan del desarrollo político y de la democracia, pues su objetivo es el latrocinio como objetivo superior de la gestión pública. Era necesario que los políticos, replanteen el tema relativo a las relaciones del poder al interior de la sociedad, teniendo como meta el difundir este poder en los individuos y en los grupos sociales con el propósito de fortalecer a la sociedad civil y ampliar los espacios para el ejercicio de la libertad personal y colectiva. En suma, la materialización de la renovación nos debe llevar a una profundización efectiva de la democracia como sistema político y a una profunda expansión de la libertad creadora en la sociedad. Tendrán esta capacidad -humana y política- los opositores democráticos.?

¿Era posible -hace muchos años atrás- pensar en un gobierno de movimientos sociales? Lechín, Guillermo Lora, Filemón Escobar, Marcelo Quiroga Santa Cruz, el PC, el POR, el MIR MASAS, el MCB, Eje Pachacuti, MBL, MIR, MRTKL, y otras decenas de siglas y dirigentes ya fenecidos deben estar revolcándose en su tumba  por la ascensión al poder de los “indígena originario campesinos”, a pesar de ello, el MAS, como entidad política existe, aún hoy, como gobierno y cómo movimiento social. Esta consecuencia de la dualidad del MAS para el régimen político actual boliviano, es que dejó de existir la democracia y un sistema de partidos. Entonces esa condición política básica -la mediación por medio de un sistema clásico de partidos- ha desaparecido. Entonces nos preguntamos: ¿Es posible una democracia sin partidos políticos; una democracia en la cual los movimientos sociales sustituyen -definitivamente- a los partidos? Esa es la proyección.? Qué piensa la “oposición democrática”.?

El MAS-IPSP ha surgido como partido político por la politización de las federaciones de cocaleros sumando la cuestión de las identidades étnicas como una lógica de “expresión social boliviana”, postergada siempre, por la izquierda y la derecha. En los últimos casi 20 años antes de la llegada del MAS al poder, los partidos tradicionales en Bolivia habían logrado una ampliación política y un proceso de democratización -a medias-, sin embargo, esa tendencia fue sometida por una exclusión social creciente gestada por la democracia liberal y de pactos, condenada por el discurso popular emergente antes del 2005, así, el único movimiento indígena que ha logrado llegar al poder (en América latina) ha sido el MAS, a diferencia por ejemplo del movimiento Pachakutik en el Ecuador, sin mayor trascendencia. El MAS-IPSP, desarrolló una doble estrategia de articulación por un lado de una acción política en los ámbitos institucionales -gobernando, participando en el exCongreso y expandiendo la democracia al sector de los indígenas- y, por otro lado, una acción de asedio permanente al país, a los gobiernos, al Estado (estrategia de los bloqueos, movilización social constante). Ante este pasado reciente y el presente, la oposición política democrática, con algunos o varios partidos que llevan -en su génesis- el bautizo de socialistas o liberales (libertarios ahora), tienen una alternativa política al pueblo boliviano.? Se atreverán a renovarse o continuarán reciclándose perversamente y sepultar definitivamente la libertad y la democracia.? A este final de nota, recordemos que Tuto no cree o nunca quiso formar partido; Samuel es alto ejecutivo de la Social Democracia; Mesa, bueno, es escritor; Camacho, Pumari y Jeanine, son presos políticos; los Comités Cívicos han pedido reunirse con Catacora, entonces, que queda para pensar en nuevas propuestas políticas alternativas.? Ni pensar en lo ideológico.! Sólo quedan las plataformas y la sociedad civil organizada, qué, ante este panorama, tienen una ardua tarea por delante…