Jugando con nuestro destino

En nombre del progreso inobservamos reglas naturales que son infranqueables. Fábricas e industrias arrojan sus desechos a fuentes de agua que consume la gente. Agricultores usan pesticidas y químicos de manera abusiva e indiscriminada, sin control alguno, sus productos llegan a la población y se transforman en enfermedad. Desechos tóxicos que no reciben el tratamiento adecuado, ya que no existe un lugar específico y técnicamente apto para tal fin. Lagunas de oxidación que están enfermando a la gente que vive en el área de influencia y nadie sabe ni se preocupa en saber por qué. Pero también por sus turbias y contaminadas aguas que rebalsan a ríos y quebradas que, a su vez, sirven para regar sembradíos de comida que después tendremos en nuestra mesa. ¿ Podemos esperar una fotografía de mejores colores de nuestro Rio Guadalquivir si hemos tolerado su depredación durante décadas?, ¿ podemos calcular el daño ocasionado no solo al rio sino a todo lo que vive de él y con él, incluidos nosotros mismos?. No podemos mirar con ´luz corta´ solo para esconder la cabeza ante la realidad, cuando precisamos conocer a largo plazo las consecuencias que se harán evidentes e irreversibles. El problema es que la naturaleza tiene sus tiempos y el hombre los altera de manera irrespetuosa y atrevida, pero cuando ella despierta para reclamar lo que le hicieron, buscamos culpables arriba sin querer ver que los responsables estamos aquí abajo. Se pusieron de moda las grandes obras cuyo fin consiste en ‘mejorar´ la calidad de vida de la población y la generación de recursos económicos que puedan ser utilizados en proyectos de beneficio común. Se aplaude. Pero la ´búsqueda de la felicidad´ puede convertirse en un cuento de terror más allá, si no medimos qué otros efectos tendrá el construir esto o aquello. La posibilidad de desarrollar proyectos de diferente índole, de alguna manera conlleva la alteración de las condiciones naturales del entorno. No podemos ´hurgar´ la naturaleza a placer sin esperar que esa acción no genere una reacción, lo malo y preocupante es que desconocemos las verdaderas dimensiones de esa reacción. La soberbia humana y su falta de humildad ante el universo nos está mostrando cuan equivocados estamos. En otras palabras, hacer obras significa que provocaremos cambios que pueden no solo tener incidencia en nuestra vida ´civilizada´ sino también en el medio ambiente. Las exigencias medio ambientales que hoy son teóricamente, más estrictas que ayer, no deben ser sólo un requisito que cumplir en un papel, en la práctica debe verificarse que efectivamente se respeten.