Jóvenes, una generación sin límites, qué esperan de la política?


Eduardo Claure

Los desafíos globales, como la pandemia del coronavirus o el cambio climático, los efectos de la globalización, las crisis ideológicas y de valores, junto con los problemas locales, tendrán su reflejo en el futuro, y es el momento de ver en qué medida afectarán a la población más joven y facilitar soluciones. La franja de personas que va de los 14 a los 29 años de edad constituyen la generación más numerosa de la historia, aquí, en Mongolia y en el resto del mundo. Ser joven es sinónimo de cambio, progreso, futuro. Ser joven es, a todas luces, enfrentar los desafíos y crear o recrear un espacio para el desarrollo pleno y del futuro. Convertir problemas en oportunidades, en soluciones, ser el motor impulsor de las sociedades. Sin embargo, en la región, Bolivia incluida, los procesos sociopolíticos, han girado hacia un abismo sin fondo: económico, social y principalmente político, que no ofrece sino negros nubarrones. La respuesta de futuro a este inmenso grupo de personas, con nuevas perspectivas no ha sido dada por la clase política, en tanto la generación de espacios en el mercado laboral desde la gestión pública es inexistente, lo privado tiene severas limitación en su expansión, mientras se barajan alternativas a través del emprendurismo que dependen de cuentapropistas antes que apoyos sistematizados sean públicos o privados: bonos y premios u otros alicientes, si bien alivianan, no consolidan en perspectiva sitiales y fortalezas permanentes, siendo una salida la informalidad, precariedad laboral, sin seguridad social, etc., en resumen: sin futuro promisorio.
La población boliviana al 2012 fue de 10.059.856 personas, según datos del CNPV de 2012, y la población joven entre 15 y 35 años alcanza a 3.782.322, mujeres son 1.910.072 y hombres 1.872.250 (S.e.u.o.). Una población de jóvenes que, desde su individualidad, miran la sociedad que les toca vivir y cómo hacerla de ellos. Una pregunta, de visiones compartidas: ¿Cuál será el rol de la juventud en estos días y en perspectiva? Cuando estamos hablando del 38% de la población boliviana -una proyección al 2023 nos daría una cifra de 44%- entonces estamos hablando de palabras mayores. Cual entonces, la palabra de la clase política a este cuadro de situación poblacional a sus visiones y demandas.? Los jóvenes sin dejar de ser el futuro de nuestro país, son también el presente y uno de los principales agentes de cambio en la sociedad por su gran incidencia en el desarrollo económico. Comprendamos que el rol de la juventud es cambiarlo todo. Hacer las cosas mejor que antes e impregnarle a ello la fuerza de su personalidad, de su inteligencia y visión. Los jóvenes son los encargados consientes o no, de transformar todo lo que les rodea, ya sea en la universidad, el taller, en hospitales, en empresas, en negocios, trabajando en diferentes espacios aportando una visión novedosa y actualizando cualquier actividad cotidiana. Son los responsables de que la sociedad evolucione y de hacer valer su criterio siempre de la mejor forma posible. La juventud es el pilar principal de los pueblos y son el relevo, y esto es una cuestión tantas veces mencionadas, pero es que su papel dentro de la sociedad, es el papel de continuar o revolucionar un legado en el principal y real sentido de la palabra. En este contexto, ellos esperan una oportunidad que tenga certidumbre para actuar en ella, y que, con el transcurso natural de los años, se convertirán en adultos responsables y comprometidos con el nuevo tiempo. Qué propuesta tiene la clase política democrática, para ellos.?
Según la encuesta Changing Childhood Project de UNICEF, la mayoría de los adolescentes cree que es muy importante que los dirigentes políticos escuchen a la juventud. Aunque los jóvenes a nivel mundial ven el futuro con esperanza, en los países ricos no son tan optimistas: en España, solo el 30% considera que estará mejor que sus padres. Ambas generaciones, la de los jóvenes y la de los mayores de 40 años, coinciden en que el futuro económico va a ser más complicado para quienes son hoy niños, que el de sus padres, explica el estudio. Nos enfrentamos a una época de grandes transformaciones y desafíos a nivel global, incluyendo crisis socioeconómicas y medioambientales. Por eso, la mirada de los más jóvenes es especialmente interesante a la hora de encontrar soluciones comunes que miren al futuro. Sin embargo, los niños, niñas y adolescentes son precisamente uno de los colectivos más ignorados en las grandes tomas de decisiones. Un ejemplo ha sido la pandemia del COVID-19, un desafío a nivel global en el que los jóvenes de todo el mundo, reconocen haberse sentido ignorados a la hora de buscar una solución común a la emergencia. Muchos de ellos creen que no se han escuchado sus opiniones y necesidades, a pesar de sus ganas de colaborar y participar en la búsqueda de la salida a esta crisis. ¡Claman ser incluidos!
En un momento de gran incertidumbre, en el que salimos de una crisis sociosanitaria, seguimos en una crisis económica y una crisis climática, a agravarse en el horizonte, parece difícil ver con optimismo el porvenir. La mirada de los más jóvenes resulta particularmente interesante porque ellos serán los adultos y adultas de las próximas décadas. ¿Se sienten esperanzados, o experimentan ansiedad hacia el futuro? Los efectos de las diversas crisis por la que ha atravesado el país desde el 2000 con la “guerra del agua”, el 2003 con la “guerra del gas” -muchos jóvenes actuales, eran niños- y con la era azul, los adolescentes manifiestan -como muchísimos adultos-, estrés, ansiedad y nerviosismo ante la posibilidad que la actual crisis política permanezca por largo tiempo más, bajo el mismo cuadro de situación o que empeore de no modificarse el actual “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” que ha puesto al país al borde de un abismo, sin salvaguardas.
Sin lugar a dudas, el ámbito en el que los jóvenes están encontrando mayores dificultades para desarrollar sus proyectos vitales es el trabajo. La razón es que, en numerosas ocasiones, ellos sufren con más intensidad problemas como el desempleo o la precariedad laboral, lo que les dificulta el acceso a unas condiciones de vida estables, mejorar su bienestar económico y hasta, incluso, progresar como profesionales. En este sentido, es importante recordar que la evolución de la economía en los últimos años ha sido especialmente desfavorable para los jóvenes, que han sufrido dos crisis de dimensiones históricas en poco más de una década. Eso significa, por ejemplo, que un “millennial” nacido en 1990 que hubiera querido entrar en el mercado laboral a los 18 años se habría encontrado con la Gran Recesión de 2008, que en muchos países se prolongó hasta 2013. El problema es que apenas 7 años más tarde, al llegar a los 30, han presenciado una crisis mundial incluso mayor. La juventud boliviana, solo conoce el trance azul 2006-2023. Convendrá que amplíen su mirada y lectura.

De hecho, de acuerdo con los datos que publica la OCDE relativos al mes de octubre de 2020, el desempleo juvenil había vuelto a crecer en todo el mundo como consecuencia de la pandemia, siendo preocupantes los datos de países como Colombia (20,2 % hombres, 37,5 % mujeres), Grecia (33,3 %, 47,5 %), Italia (26,2 %, 31 %) y España (38,9 %, 42,2 %). Estos datos pueden ser relativizados si consideramos que el empleo informal suele ser más frecuente entre las generaciones más jóvenes y, por tanto, es posible que algunos de estos índices no sean tan altos en realidad. No obstante, admitir esta objeción también supone reconocer otro problema, la alta tasa de informalidad. Además, tampoco debemos olvidar el subempleo, que hace referencia a aquellos que se encuentran ocupados en actividades profesionales que requieren una menor cualificación de la que poseen; un subempleo en el que los jóvenes, como en los casos anteriores, también salen perdiendo. Así, es evidente que el impacto de las crisis de tanta magnitud en tan poco tiempo ha supuesto una seria dificultad para el desarrollo profesional de muchos jóvenes. En este contexto, a 29 de diciembre de 2022, la Tasa de Desocupación (TD) en el área urbana de Bolivia a noviembre de 2022 disminuyó a 4,1%, mientras que, en similar período de 2021 se registró 5,2%, según datos del INE. En noviembre de 2022 se tuvo 186.000 personas desocupadas, 50.000 personas menos que en noviembre de 2021. Los datos corresponden a la Encuesta Continua de Empleo (ECE).  Cifras que, la población boliviana, no acepta, pues los índices contradicen aquello que dijo en su informe a la ALP por el Día del Estado Plurinacional, el entonces Evo Morales afirmando que, la clase media se había incrementado en más de tres millones de personas desde el comienzo de su gestión en 2006, hasta llegar a 58% de la población en 2017. Entonces, antes estas cifras y apuntes, clase política rumbo al 2025, a pensar, qué ofrecer a la juventud.