
Eduardo Claure
El título pertenece a lo dicho por Aristóteles, y él mismo hizo honor a su reflexión pues, aunque por mucho tiempo aceptó la filosofía platónica, con el tiempo, terminó rechazando los errores de su maestro y quedándose con sus aciertos. Un verdadero discípuloes una persona que aprende mucho de su maestro, pero que también busca aprendercosas nuevas, de tal manera que pueda superar a su propio maestro. Hay muchas ocasiones en las cuales el alumno supera al maestro e incluso llega a oponerse a él, porque no somos seres estáticos, estamos en cambio constante y puede suceder que hayan personas que se alejen de aquello en que creían por otras cosas que anhelan como el dinero, el poder, etc., de hecho considero que de aquí surge esa frase de que todo el mundo tiene un precio y, si tus valores están pero no muy sólidos, esas bases pueden socavarse al punto que el valor se deja un lado por ambición. Cuando el alumno internaliza las enseñanzas del maestro con respeto y amor y, ve al maestro desviarse, está en su derecho de diferir y cuestionar sea quien sea ese maestro en su vida, porque, en definitiva, siempre la conciencia irá a esa individualidad, a ese yo con yo, a esa sensación de si estoy en lo correcto o no. Cuando ese maestro se desvía por causas bajas y/o terrenales, que desprestigian o borran la esencia espiritual e incluso humana, es entonces el turno del alumno de intentar enseñar al maestro mostrándole su error y las consecuencias de su desviación, aunque, esto no quiere decir que el resultado sea exitoso, porque debemos tener presente que el maestro aparece cuando el alumno está preparado, aun cuando ese alumno haya sido alguna vez su maestro, es que, se lo superó.
Nadie puede negar que los gobernantes tienen seguidores, que los endiosan e imitan. Será entonces qué: ¿Creemos que nuestros gobernantes, actuales, están dispuestos a combinar la justicia, la pureza, la integridad según lo hicieron grandes hombres guías cómo Cristo, Buda, Lao Tse, Bolívar y Sucre? De ninguna manera: los resultados están a la vista y los medios dan testimonio cada día que pasa acerca de lo que sucede entre Morales y Catacora: el jefazo -maestro- y, el adepto o pasante que ahora le relevó y, como señala la historia reciente, -siendo harina del mismo costal- resultó “aumentado y corregido”. Al mismo tiempo se percibe qué, si el modelo a seguir no es ejemplar, humano, misericordioso, ya se ven los resultados: “Ciegos guiando a otros ciegos” y de seguro que ambos caerán en el profundo hueco que ambos han cavado, por cuanto los tiranos se rodean de hombres protervos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará, ellos persiguen las lisonjas permanentes de acólitos sometidos a la prebenda, a la corrupción fomentada, permitida, compartida e impune. Ese su entorno palaciego y militancia. La vocación política o ideológica, se convierte en consciente cuando se han superado las pruebas de los años de un periodo o gestión de gobierno. En la coyunda matrimonial nunca se sabe si se acertó hasta después de transcurridos los primeros años de compartidos; lo mismo le pasa al político en alianzas de seguidores, de militantes, de ese círculo palaciego que el poder permite su cercanía y confianza, hasta qué, los arrumacos se enfrían. De su acierto en la elección no está bien segura hasta mediar o casi finalizar la larga coyuntura de un determinado periodo político en gestión pública absoluta. Entonces es cuando se descubre la verdadera vocación de sus adherentes, la vocación política consciente, aquella que abre los ojos del ansiado poder que le tocaría, si se deshace de su mentor, ya superado, por la ambición desmedida para conservar y proyectar un poder en sus manos, sin dependencia de su “iniciador”, “su padrino”.
Diversas notas en los medios, en los recientes meses transcurridos, señalan la relación maestro-discípulo -Morales/Catacora- como una relación inscrita en un espacio físico e institucional que propició un vínculo existencial político, pero no intelectual ni ético. Se trató de una relación de filiación en la que hubo lugar tanto a la seducción legítima del poder, su disfrute que hoy se muestra como una traición declarada: maestro que traiciona a su discípulo y discípulo que traiciona a su maestro. Ayuda a comprender este contexto las evocaciones que algunos discípulos o acólitos menores se hacen unos contra los otros, cada quien en bandos diferentes de sus “maestros”, y, que no son reflexiones filosóficas o referencias ideológicas, sino que muestran la naturaleza inquietante de esta relación -perversa- a través de las tensiones que produce y que los medios transmiten: denuncias que van y vienen, desenmascaramientos y quitadas de velo, que avergonzarían a cualquier otro ciudadano, pero no al más cínico y descarado político azul.
Morales, hizo y deshizo en sus 14 años de la bonanza económica su caja chica, Catacora, raspa la olla hasta donde puede y hasta donde le alcanza la mano. Uno mendaz y el otro, corregido y aumentado, acude como rastreador bien entrenado hasta donde está reservado algún recurso al cual tomar, sea como sea. No se detiene y sin miramientos o consideraciones en la persecución judicial a la oposición; el primero pisaba todo el territorio nacional, el segundo buen imitador, incluso, llega a bases sociales hasta hace poco prohibidas para él: no se arredre ni amilana. El jefazo antes, no se atrevía a llegar a ciertos lugares o sectores, el nuevo comandante o guía, llega a donde quiere y se reúne con quienes quiere, eso sí, con la misma verborrea del éxito económico que marcha “silente y mejorada” entregando y prometiendo obras de desarrollo local, que sus “bases” con vítores, aplauden y marchan. El segundo dejó de ser acolito y empezó a buscar su propio camino, había aprendido “la lección de su mentor”, el ex primero, seguramente no cejará en reducir a su “segundón”, que, ataviado de poncho, chullo, casco y, con sones de pinquillos y tarcas, hace una desenfrenada campaña a las primarias azules o simplemente rumbo al 2025, arrollando a su paso a su jefazo cual si fuese cualquier oposición. Catacora, ha puesto en marcha desde hace un año atrás su agenda de posicionamiento político: “amarres” o no, con el PS-1 y el PCB dividido; Morales no tiene pisada a El Alto; los comités cívicos han enviado carta al presidente para concertar una reunión, por encima de que “eran dura oposición”, incluso callando sobre el ingreso a Tariquía al igual que aquella comisión sobre su defensa que sólo sirvió “para robar cámaras” y ganar votos en las elecciones departamentales y municipales pasadas; la aparición de Linera intermediando una agenda de aproximaciones; el incremento salarial del 1ero de mayo a la medida de los empleadores, especialmente las PYMES y la CEPB con los cuales tuvo reuniones de sana sana; van tras la Gestora sí o sí; modifican reglamentos en la ALP para la elección de magistrados incluso señalando que el TCP puede obviar estas elecciones para facilitar el ingreso de nuevos Magistrados o darles “un repete” a los ya usados; posicionan a nuevas comandancias en el ejército y policía -a cual más resistido en sus instituciones-; bailan con los de ADEPCOCA como grandes incondicionales; proyectan nuevas características en las cédulas de identidad entre las que se dice en RR.SS., servirá para que un sistema informático como el que paralizó el TREP en las elecciones del fraude monumental del 2019, maneje los datos personales de los bolivianos desde servidores externos y provoquen la eternización del proceso de cambio proyectado a la continuidad de esta “tiranía democrática”, y, así, muchos etcéteras; huelgan los ejemplos que en el día a día, los medios señalan este andar pasito a pasito hacia el 2025.
Únicamente los sistemas democráticos tienen como característica la existencia de la oposición. Incluso puede decirse que el grado de calidad de la democracia está asociado a las garantías que tienen los opositores para ejercer la crítica al gobierno y competir para acceder al poder en forma pacífica. La democracia implica entonces que los opositores puedan reemplazar al gobierno y que se conforme una nueva oposición con oportunidades para volver al poder. Cuando la democracia no tiene, o dejan de dar garantías a sus opositores, pero conservan ciertos aspectos, como la existencia de elecciones, nos encontramos ante un fenómeno que ha sido calificado como “democracias iliberales” (Zakaria, 2007) y que se ha extendido recientemente en países como Rusia, Turquía, Venezuela, Colombia, Chile, Nicaragua, Argentina, Brasil y, por demás decir, Bolivia. Los gobiernos de estos países accedieron al poder luego de un proceso electoral, probablemente con el apoyo de las mayorías. Sin embargo, en el ejercicio del poder de Estado, se les niegan las garantías básicas a los opositores para poder criticar al gobernante y, especialmente, para competir y convertirse en gobierno en el futuro. Cuando las garantías para competir se pervierten o se destruyen, se puede calificar a estos países como regímenes electorales autoritarios (Schedler, 2016), ante dichas acciones, la sociedad civil, partidos políticos y sectores sociales importantes, no encuentran la vertiente adecuada para gestar una cohesión social y política fuerte que permita avizorar la recuperación de un Estado de Derecho. Es hora que se asuma realizar una cumbre política nacional democrática, de no suceder esto, las fuerzas políticas divididas, reducidas y marginales, se convertirán ya no en partidos políticos o agrupaciones ciudadanas departamentales, municipales o regionales, sino, poco menos que en juntas vecinales o barriales.