
Prof. Ángela Sandra Jiménez Vila
Maestra de Primaria
Nosotros los maestros de primaria en este país que contamos con más de dos décadas de experiencia en el ejercicio de esta noble profesión, a lo largo de este tiempo nos ha tocado llevar a la práctica varias reformas a la ley educativa, con diferentes enfoques, en una primera instancia, la educación conductista donde como maestro le marcabas el camino al estudiante y te centrabas en que él haga simplemente lo que tú planificabas, también se evaluaba el estímulo – respuesta y nos basábamos en los resultados finales, sin dar mucho valor al procedimiento.
En un segundo momento de la experiencia laboral nos tocó aplicar el constructivismo, dejando al estudiante ser el autor de sus aprendizajes, dando lugar a la meta cognición, con la aplicación de la etno matemática, la producción autónoma de textos y a su propio ritmo de aprendizaje, en la escuela primaria, estamos refiriéndonos a niños y niñas ente los seis y once años de edad cronológica, donde se respetaba bastante ese rango de edades, considerando de que las escuelas del subsistema de educación regular, solo deberían admitir en sus aulas a “Niños Normales” los cuales, deberían provenir de familias funcionales, con estabilidad económica, social y emocional, hasta aquí el cuento de fantasía era una gran ilusión.
Sin embargo la escuela se quedado anacrónica, no se ajusta a la realidad de nuestra sociedad actual, la misma que evoluciona conforme gira el mundo, nuestros niños y niñas en su mayoría ya no provienen de familias funcionales y típicas, son hijos e hijas de mujeres o de hombres solos, muchas veces son criados por los abuelos, los tíos o por familias ampliadas y en algunos casos se crían bajo el amparo del estado y están internados en centros de acogida infantil.
Por otro lado a nuestro sistema de educación regular, hoy en día, llegan una serie de niños con problemas de aprendizaje o con capacidades diferentes, con condiciones y con síndromes variados, el maestro en el aula y dentro de la escuela no sabe cómo va a reaccionar o como va a actuar ahí es cuando surge el miedo y no del estudiante ni del padre de familia, sino el miedo de los maestros, porque no estamos preparados de manera técnica o científica para integrar niños diferentes en las aulas de la escuela regular.
Ahora el miedo en el aula está en el maestro, porque se siente impotente ante la integración e inclusión educativa indiscriminada y sin previos estudios e informes de especialistas. ¿Qué hacen los padres de familia inscribiendo a sus niños especiales a la escuelas regulares?, por el simple hecho de que viven en el barrio o cerca a la escuela y por lo consiguiente tienen derecho a la educación.
Nos toca atender a un grupo homogéneo de estudiantes, no todos puede entrar en el mismo esquema educativo y tenemos la obligación de hacer adaptaciones curriculares.
Y quienes no nos apoyan para realizar un trabajo adecuado a los maestros son las mismas familias, dejarlos en la escuela en un determinado tiempo de lunes a viernes durante cuatro horas, a los padres les sirve para poder trabajar, sin embargo el niño de primaria necesita el apoyo de sus padres para afianzar sus conocimientos, mínimamente un periodo de treinta minutos a diario.
Los maestros tenemos miedo, miedo a equivocarnos, miedo a fallar a la sociedad, pero más grande el miedo a no ser un buen ejemplo para nuestros estudiantes.
Por eso la legislación en nuestro país en muchos casos no está acorde con lo que uno como maestro debe hacer para preparar a los estudiantes para la vida y su futuro.
Es por eso que considero que los padres de familia deben involucrarse en el la educación de sus hijos, apoyándoles adecuadamente, y así vencer todos conjuntamente al miedo en las aulas.