
En la historia de la humanidad, ha estado presente la necesidad de conseguir ventajas estratégicas ante los oponentes, a fin de vencerlos y proyectar liderazgos que perduren.
Los enclaves geográficos sobre zonas llanas, la construcción de muros elevados y el poder ejercido por el más fuerte, derivó en el inicio de una sociedad, basada en el vasallaje, a cambio de la seguridad que ofrecían esas fortificaciones. Fueron los primeros intentos de pueblos y ciudades.
Al interior de esas murallas, de manera estratégica, se levantaron torres más elevadas que permitían observar e inclusive predecir, las intenciones de quienes querían invadir, aquellos sitios que empezaron a prosperar, gracias a una organización donde todos cumplían un rol, incluso el líder, que debía demostrar su sabiduría en todo sentido.
Poco a poco, el laberinto de las calles y de la interrelación social, fue minimizando esa ventaja estratégica. Las construcciones elevadas empezaron a ser inútiles, mientras que el entramado social, emigraba a liderazgos de representación de las aglomeraciones sociales. De la misma manera, la confrontación de ideas, fue acortando los plazos de vida política de los líderes. El laberinto social fue ganando terreno.
La competencia se volvió más intensa. Las torres se transformaron en preparación de aquellos que querían dirigir a sus pueblos, debían leer y prepararse, aprender a compartir el poder, a generar leyes, a cumplir esos mandatos, a tener un agudo sentido común, y a estar dispuestos a vivir en una especie de soledad, ya que la fidelidad y la lealtad, se empezó a medir por el servilismo de los grupos de poder, una forma de vasallaje moderno, que debía perder algún miembro importante de tanto en tanto, en la medida de los inevitables ajustes que debían realizarse.
Mientras tanto, los laberintos del entramado social fueron creciendo y se mantienen hasta el presente, donde los contubernios y traiciones se hicieron pan de cada día. El servir a los demás empezó a mezclarse con la permanencia en el poder, motivo de generar riqueza como fuere, para que el líder siguiera mandando y su séquito, colaborará con ese fin.
Esa es la historia lineal de los individuos. Al principio, nuestras torres suelen ser nuestras habilidades, como: correr, saltar, ser valientes, etc. En el momento que aparecen los deberes y obligaciones, los valores entran en juego en nuestro interior, lo que nos induce a generar amistades, observar y apropiarnos de ciertos comportamientos, demarcar con cierto desprendimiento nuestras limitaciones, y proyectarnos en lo que mejor creemos que podemos desarrollarnos. Los vaivenes sociales, impactan a nuestras torres y empiezan a convivir, cada vez con más ímpetu, con los laberintos que cada quién enfrenta en el diario vivir.
Por eso es tan frágil la política. Un mal cálculo, un traspié, una mala decisión, y sobre todo, un entorno servil sin capacidad de mostrar que hay errores, fueron, son y seguirán siendo, el principio del fin de cualquier líder.
Nuestro medio no se excluye de lo mencionado. A buen entendedor pocas palabras: empezaron unidos y hoy cada quién busca su sendero.
El más lastimado es Torres y sus laberintos, porque tiene a su cargo una entidad donde conviven los funcionarios ediles del pasado, los recientes, los actuales, los asociados accidentales y los de su partido, mientras la ciudad sigue por inercia y solo recibe buenas intenciones, que no llegan a los bolsillos de la gente.
Adicionalmente tiene problemas en el concejo, debido a que ya empezaron a mostrarse los dientes con quienes estaban unidos y ahora buscan revelar errores ante la población, en razón de que algunos concejales municipales creen que llego el momento de inclinar la balanza a su favor.
Estamos circulando todos los días por la ciudad más importante que tiene el departamento de Tarija, y escuchamos, cada vez de manera más insistente, que Torres ya no tiene tanta ventaja. Que, salvando lo que está haciendo en salud, su discurso se está desgastando, porque está sucumbiendo a los laberintos que el mismo generó y ahora debe cercenar a la brevedad.
No percibe que lo están utilizando. Tarija no solamente son los municipios. Hay una instancia que tiene competencia departamental. Ellos son los que deben liderar, con todos los actores que intervienen en el quehacer tarijeño, una reactivación económica, lo que no está ocurriendo.
Dejaron que cada municipio se comprometa, cayendo muchos en una trampa que los está consumiendo, al tratar de generar, de forma local, más trabajo, más ingresos, más intercambio comercial, más obras, más etc etc., sin analizar con suficiente detenimiento, que los recursos con los que cuentan, son escasos y muy limitados, más aún cuando a los contribuyentes, por la coyuntura, se les hace cuesta arriba pagar sus impuestos.
Por lo manifestado, le hacemos recuerdo al alcalde, que no se pueden resolver todos los problemas en una sola gestión. Por eso, creemos importante que realice a la brevedad una introspectiva institucional, haga los ajustes que correspondan en su gabinete (porque necesita colaboradores y no gente que utilice su liderazgo), y determine con objetividad, las obras que se pueden concluir hasta el fin de este mandato.