Odios políticos intestinales y sus cólicos por obstrucción

Eduardo ClaureHay personas que no pueden esconder su malestar interno frente a otras personas, situaciones, acontecimientos, ideologías, posiciones políticas o de otra naturaleza. A veces ese malestar es tan intenso que se convierte en una aversión profunda, incluso en odio visceral, y que no lo pueden disimular de ninguna de manera. Ese odio carpetovetónico se les nota en el hablar, en el escribir (y cuando no saben, pues, sus guerreros digitales) y en la no verbal de sus gesticulaciones, que deforman y muestran su verdadero rostro, sin nobleza indígena, patético. Analizando escritos o intervenciones radiofónicas o televisivas se descubre la presencia de esa obstrucción intestinal, mental y afectiva que es el odio y, más aún, el odio político, el odio racial, el odio ideológico, el odio económico, el odio de clase, el odio de no tener formación, el odio de no ser académico, leído, etc. Cuando se encuentran en esos espacios electrónicos, debe ponerse sumo interés en lo que dicen y en sus planteamientos hacia la sociedad, pues siempre están en modo de discurso o arenga política, discrepando acremente contra “los bolivianos, los karas, los blancoides, los mestizos”, sin consideración ni misericordia, acusándoles de todos los males pasados y presentes de Bolivia. Pero, no solo es únicamente él o ellos, penosamente, también, en otros contextos territoriales, brotan, similares opuestos…Detectado un ápice de odio, debe lamentarse por la persona que lo padece; porque el odio convertido en intransigencia destruye al “odiador” desequilibrándole mental, racional y afectivamente. Le impide ser objetivo y dialogar serenamente consigo mismo y con sus circunstancias. Aviva un resentimiento, una intolerancia, un afán de revancha que le corroen las entrañas y no le dejan descansar, gozar de otras muchas cosas o personas que le rodean, en una palabra, de ser feliz. Pobrecitos los que de todo y siempre están descontentos, aunque no lleguen a odiar, en algún momento, lo harán. En nuestro contexto socio político de circunstancias, desde hacen diecisiete años, siempre encontramos o tropezamos con alguien así. Espetando odios y con obstrucciones intestinales permanentes que muestran una mueca de disgusto inacabable que las cámaras registran y quedan para la posteridad. Estas imágenes ya no son memes prefabricados, son el verdadero rostro odiador, son los discursos altisonantes de plazoleta, arengas para infundir pavor. Son ellos en modo proceso de cambio.La realidad cotidiana, da las pistas sobre los temas, problemas, situaciones, acontecimientos que despiertan desazón u odio en algunas personas, porque el mismo tema o hecho causan reacciones distintas o divergentes en las personas. Los massmedias, RR.SS., internet, invitan a descubrir o detectar la presencia del virus del odio en TV, en la radio, en periódicos, tertulias, comentarios, en las calles, en ampliados, en congresos, en movilizaciones, etc., que los medios oficiales se complacen en presentar, en difundir y en confundir. Sus interlocutores asalariados en premio por ser parte del proceso de cambio, se ufanan al presentarlos en los medios oficiales, bajo “propiedad partidaria”, en el poder…Para salvar explicaciones de este, aquel y otros personajes odiadores en toda la arquitectura y andamiaje de la cosa pública -en manos del poder azul omnímodo- muchas opiniones ciudadanas, prefieren dar explicaciones a esa conducta y sus dolores intestinales refiriéndose como a alguien estúpido o estúpidos, y punto. Pero que es la estupidez, la tontería; la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de visión, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Quienes son los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos. Incluso en ese “concepto” presentan en comentarios circunstanciales, una galería de payasos, simplotes, badulaques, papanatas, peleles, zotes, bodoques, pazguatos, zopencos, estólidos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy. Describen así, sus hechos irracionales, insensatos, absurdos, tontos, mal concebidos, imbéciles, y, por ahí en adelante lo que se les ocurra, desahogándose contra el pueblo, olvidando la gestión por el desarrollo.¿Hay algo más característico de nuestra humanidad que el hecho de que el Thesaurus de Roget consagre seis columnas a los sinónimos, verbos, nombres y adjetivos de la “estupidez”, mientras la palabra “sensatez” apenas ocupa una? La locura es fácil blanco, y por su misma naturaleza la estupidez se ha prestado siempre a la sátira y la crítica. Sin embargo (y también por su propia naturaleza) ha sobrevivido a millones de impactos directos, sin que éstos la hayan perjudicado en lo más mínimo. Sobrevive, triunfante y gloriosa: parece qué, aun los dioses luchan en vano contra ella. Poderosa estupidez…Se puede reunir toda clase de datos de carácter semántico sobre la estupidez, y a pesar de ello hallarse muy lejos de aclarar o definir su significado. Si se consulta a los psiquiatras y a los psicoanalistas, se comprueba que se muestran muy reticentes. En el texto psiquiátrico común se hallan amplias referencias a los complejos, desequilibrios, emociones y temores; a la histeria, la psiconeurosis, la paranoia y la obsesión; y los desórdenes psicosomáticos, las perversiones sexuales, los traumas y las fobias que son objeto de cuidadosa atención. Pero, la palabra “estupidez”, rara vez es utilizada; y aún se evitan sus sinónimos.¿Cuál es la razón de este hecho? Quizás, que la estupidez también implica simplicidad… y bien puede afirmarse que el psicoanálisis se siente desconcertado y derrotado por lo simple, al paso que prospera en el reino de lo complejo y de lo complicado. El doctor Alexander Feldmann, uno de los más eminentes discípulos de Freud, este autor ha contemplado sin temor el rostro de la estupidez, aunque no le ha consagrado mucho tiempo ni espacio en sus obras. “Contrastase siempre la estupidez”, dice, “con la sabiduría”. El sabio (para usar una definición simplificada) es el que conoce las causas de las cosas. El estúpido las ignora. Algunos psicólogos creen todavía que la estupidez puede ser congénita. Este error bastante torpe proviene de confundir al instrumento con la persona que lo utiliza. Se atribuye la estupidez a defecto del cerebro; es, afirmase, cierto misterioso proceso físico que coarta la sensatez del poseedor de ese cerebro, que le impide reconocer las causas, las conexiones lógicas que existen detrás de los hechos y de los objetos, y entre ellos. Confunden República con Estado Plurinacional; economía blindada con narco economía y, así.Bastará un ligero examen para comprender que no es así -con referencia al titular de la presente nota-, no es la boca del hombre la que come; es el hombre que come con su boca. No camina la pierna; el hombre usa la pierna para moverse. El cerebro no piensa; se piensa con el cerebro. Si el individuo padece una falla congénita del cerebro, si el instrumento del pensamiento es defectuoso, es natural que el propio individuo no merezca el calificativo de discreto… pero en ese caso no lo llamaremos estúpido. Sería mucho más exacto afirmar que estamos ante un idiota o un enloquecido y rabioso.¿Qué es, entonces, un estúpido? “El ser humano”, dice el doctor Feldmann, “a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, y cuyo instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente. El defecto reside, por lo tanto, no en el instrumento, sino en su usuario, el ser humano, el ego humano que utiliza y dirige el instrumento.” Creerse soberano eterno, bienamado por las bases, líder continental, etc., son parte de esos delirios…político intestinales junto a sus cólicos por obstrucción (oposición, peleas intestinas, etc.). En este contexto, el verano va pasando con las carnestolendas y, al anunciado fresco otoñal que ya se siente, es un buen momento para ejercitarnos en descubrir y eliminar en nosotros ese virus del odio que podemos anidar en nuestro corazón o en nuestra mente y en actitudes políticas tiránicas que nos alejan de la democracia, tan necesaria de recuperarla. Así nos sanaríamos y sanaríamos también nuestro entorno y nuestra sociedad, para no reventar por una obstrucción intestinal, como aquellos azules y su jefazo, que tienen odios políticos intestinales y cólicos por obstrucción ideológica…