
Eduardo Claure
En la ciudad frigia de Gordium, había un carro de batalla consagrado a Zeus, a él, se hallaba sujeto con un nudo ingeniosamente enlazado. Una antigua leyenda prometía la soberanía sobre Asia entera a quien tuviese el ingenio de desatar el “nudo gordiano”. Cuando Alejandro Magno llegó a la ciudad, le fue también a él presentado el carro sagrado con su nudo. Pero Alejandro no se inclinó para desatarlo paciente y con inteligencia, sino que tomó su espada y la cortó de un tajo. Esta historia puede ser entendida como símbolo de la muy actual salida a la “acción directa” que debiera accionarse contra la narco tiranía azul. Los condicionamientos socio económicos se hacen cada vez más complejos y por eso la vida en ellos resulta cada vez más complicada (quieren el Yuan en vez del dólar). Los entramados funcionales de los requisitos y reacciones de la sociedad se tejen en torno al ciudadano como una red en la que él se siente prisionero. La realidad abierta que constantemente ha de ir tomando en cálculo nuevos puntos de vista, situaciones diversas y posibilidades múltiple, sólo a duras penas puede soportarla. Las circunstancias y condicionamientos se hacen exigentes, y, puesto que cada vez hay más cosas a las que uno ha de considerar desde contextos condicionales de diversa estratificación, es cada vez más difícil acertar con las decisiones correctas. Se va de compromisos a concesiones, de modo tal que el ciudadano va adquiriendo en retorno cierto sentimiento de insatisfacción y frustración. Y la sociedad y la política resultan así cada vez más indomables, ocurre entonces que cada vez se corresponden menos con una necesidad elemental de hombre/ciudadano: el hambre de orientación segura, de relaciones claras y de identidad estable. No aguanta más el estar viviendo en discusiones políticas sin fin, en las que todo ha de ponerse bajo interrogantes y temores. Su necesidad interna no se ve ya satisfecha por las complicadas y complejas situaciones a las que ha ingresado la sociedad boliviana. Y es así como, en orden de conseguirse claridad, los políticos debieran echar mano a la espada alejandrina de la nuda decisión y ensalzar una acción directa como la gran salvadora frente a la postulada revolución democrática y cultural. La lucha por la libertad y la justicia debe volver a hacerse padre de todas las cosas, trátese de la guerra al narcotráfico, de la lucha de clases, o de las acciones de los “probos y demócratas” contra el perverso establishment del proceso de cambio: ¡vamos por el último combate electoral 2025…!
Por encima de los condicionamientos abominables del presente, el pensamiento crítico-utópico debiera construir la contra imagen objetiva de una sociedad liberada. Esta es la imagen tendencial del boliviano actual que vuelve a reencontrar sus posibilidades resolutivas en decisiones colectivas. El escepticismo autocritico se retira de la oprimente realidad social al secreto interno del boliviano integro, para saborear esas posibilidades en la realidad a reconstruir democráticamente. Pero hay todavía un camino para llegar de la multiplicidad a la unidad, de las mil posibilidades a la realidad necesaria única: el camino de la Nuda Decisión. Momento que la sociedad civil y clase política deben tomar la decisión de aplicar la espada.
Decisión significa literalmente que una espada es sacada de la vaina, y da comienzo el curso serio de la lucha. Nula puede llamársele a la decisión cuando se la toma sin fundamento y no se pregunta por fundamentaciones. La acción directa no se prueba aquí según unas normas objetivas, sino que se estatuye a sí misma como norma liberadora. El vivir resueltamente en democracia ha de tener su valor en sí misma y no en otra cosa distinta. Tal es “la lucha como vivencia interna”, como dijo Ernst Jünger en 1922: “Lo esencial no es porqué luchamos, sino como luchamos”. Lo que cuenta no es aquello por lo que nos decidimos, sino el que nos hayamos decidido y osemos hacerlo. Porque aquello por lo que uno debe decidirse, es teóricamente tan insoluble como el nudo gordiano. Si se quisiera discutir para así sopesar previamente todas las posibilidades y consecuencias, nunca se llegaría a una resolución. Por eso se decide uno antes que nada a ser decidido, y se resuelve a ser resuelto. Sólo en la lucha se clarificarán los frentes que en las discusiones aparecían tan sólo velados. Únicamente en la lucha vuelve a la vida a tornarse elemental. Entonces se conoce al enemigo y también a los amigos. Argumentos tajantes no los hay ya, porque con palabras puede estarse discutiendo eternamente. Sólo la fuerza corta de un tajo los nudos gordianos del mundo, que encubre sus conflictos a base de argumentos y contraargumentos. Ella clarifica la situación y hace que todo sea completamente sencillo. La clase política democrática y la sociedad civil organizada deben desenvainar de una vez.
De este modo, la lucha de la nación por la existencia se convierte en la gran salvadora frente a los intereses conflictivos y a la desarticuladora reflexión de las múltiples opiniones y puntos de vista “oficialistas” que pregonaron la Suiza que venía y que nunca llegó. “Nacionalizaron la lucha contra el narcotráfico, así como a los hidrocarburos”, al final y en realidad no hay un mar de gas y estamos inundados de cocaína, narcotráfico y sicariato de carteles externos y criollos. Tras la primera guerra mundial, oficiales de tropas de choque celebraron la experiencia de la guerra como gran salvadora. De ahí que en definitiva sea indiferente por qué se lucha y si la guerra está o no justificada. Lo único que importa para el hombre/ciudadano es la pelea, es el empeño decidido de su existencia por el ser o el no ser. Porque, en el empeñarse, experimenta que su existencia, fragmentada como está por el fallido proceso de cambio, se aglutina místicamente en torno a una situación única y una decisión única. En la lucha electoral democrática, la reflexión se convierte en camino salvador. De ese modo surge un concepto de ser boliviano determinado tan solo por voluntad y poder, por voluntad de poder, unidos todos en cohesión social y política. La fundamentación ideológica de la guerra, la cuestión de quién la haya iniciado, la utópica consignación de los objetivos bélicos y la pregunta sobre lo que vendrá después, todo eso se dejó a cargo de los oradores para que lo discutan en casa. Ellos no motivan la guerra como vivencia interna. Esa fue la fascinación de 1933, porque el fascismo no tenía en el fondo ninguna ideología nueva o propia, sino que era un revoltijo de ideas apropiadas. En el fondo lo que fascinó a los hombres, no fue ni el nacionalismo ni el socialismo que en el nacionalsocialismo se pretendía, sino algo totalmente distinto: el poder de la imposición, la resuelta voluntad del Füher -Hitler- y el seguimiento ciego, la movilización total del pueblo y el uniformar la sociedad plena de intereses conflictivos a tenor de esa voluntad única. No las ideas ni los ideales, sino la resolutividad, fue lo que a muchos les impuso, al igual que se impuso el corrupto proceso de cambio y el abominable Socialismo del Siglo XXI, que debe desterrarse electoralmente. Faltan decisiones de políticos que se atrevan a cortar este nudo gordiano, que ata a Bolivia hacia un abismo…casi insalvable, si es que no se atreven a desenvainar quienes están en carrera electoral figurativa sin ética ni filosofía y no en lucha por la LIBERTAD, la DEMOCRACIA y la MAJESTAD DE LA LEY. Estas acciones están reservadas únicamente para los de corazón político aventurero.