Mirando hacia las alturas

(El Salvador nuestro instauró en sí mismo la pasarela entre la gloria y la mortalidad. Estableció la ruta y le dio esplendor, asentó la vía reconstituyente de lo armónico y sentó el constituyente abrazo de la concordia e hizo de mediador entre el Ser Supremo y el hombre, enmendando las bajuras mundanas con las alturas divinas).

I.- UNA VOZ DE LO ALTO

El Señor se transfigura, va al Padre,
pero acude a nosotros su expresión,
con la viveza de su bendita energía;
tampoco nos descuida, nos protege,
mora en el cielo tras bajar a la tierra.

Lo suyo es presencia sin ausencia,
espacio con margen y sin ataduras,
verdad con la bondad de la virtud,
existencia con asistencia de sueños,
cercanía sin cercado de posesión.

Hay que desposeerse para hallarse,
más allá de las barreras mundanas,
que todo lo muelen de desconsuelo;
pues tan solo, las palabras de Jesús:
acarician el alma y abrazan la vida.

II.- NOS ATRAE HACIA EL EDÉN

El Redentor nos trae amor cada día,
y nos atrae hacia sí en cada aurora;
nos remueve y mueve mar adentro,
para lograr con la mirada habitarle,
y gozar de la paz que nos envuelve.

Entrar en la gloria divina nos exige,
voluntad para perseverar en Cristo,
sacrificio para reconducir caminos,
abandonarnos a su mística gozosa,
permaneciendo fiel a su invitación.

Si confiamos a Él nuestros andares,
sí nos dejamos guiar por su sombra,
nos hallaremos en manos tranquilas,
ascenderemos a la cima de la Cruz,
y se irán todas las cruces del mundo.

III.- NUESTRO SITIO ESTÁ EN DIOS

El ser humano ha sido introducido,
por el Crucificado en la luz divina;
Él nos sostiene y nos sustenta ágiles,
nos allana los pasajes de aquí abajo,
y nos los rellena de esperanza viva.

Siempre atento a nuestra evocación,
reunido y unido a nosotros siempre,
nos conoce y nos reconoce los pasos,
y alcanza nuestros desvelos y afanes:
ofreciendo alegría, evitando llantos.

Los deseos del Reino nos reviven,
están en las acciones de la certeza,
en medio del drama de la biografía;
son como destellos en la oscuridad,
que vienen a elevarnos y a llevarnos.