
Eduardo Claure
Bolivia ha tenido hasta el momento once censos: en 1831, 1835, 1845, 1854, 1882, 1900, 1950, 1976, 1992, 2001 y el de 2012. Desde el año 1992 hay el compromiso de realizar un censo de población y vivienda cada diez años (recomendación UNFP de NN.UU. desde 1950), por lo que se emitió el D. S. Nº 4546 para que el siguiente censo, que vendría a ser el décimo segundo, se realice el 16 de noviembre del 2022, cuya postergación ha provocado la actual coyuntura socio política de “conflicto censal”.
Los análisis de las últimas décadas sobre la pobreza urbana en las ciudades, enfatizan dos aspectos; el primero de ellos es que, la pobreza urbana se ha venido incrementado en números totales en los centros urbanos refiriéndose a este proceso como, la urbanización de la pobreza. En segundo término, cuando se trata de la distribución de la pobreza al interior de las ciudades, se menciona que los grupos pobres se localizan en su mayoría en las periferias urbanas, o sea, se aprecia una periferización de la pobreza. Sin embargo, los grupos pobres no solo se localizan en las periferias urbanas.
A finales de la década de los ochenta, la CEPAL, emitía algunas consideraciones relevantes de la pobreza urbana como rasgo inicial de la llamada “crisis urbana”, la cual se refería básicamente al costo social que generó la deuda externa, la recesión económica, la inestabilidad en el empleo y la disminución del gasto público, lo cual se dejó sentir de manera profunda en las grandes ciudades y en las de crecimiento en países en desarrollo, definitivamente pobres. Aunado a una variedad de situaciones como procesos migratorios de clases populares, acción institucional deficiente y gubernamental hacia los sectores sociales, un concentrado proceso de urbanización, o la proliferación de asentamientos humanos predominantemente informales. Uno de los factores determinantes en el incremento de la pobreza urbana es que, una alta proporción de los asentamientos populares han sido informales e ilegales, los cuales han permanecido por mucho tiempo sin mejorar sus condiciones precarias. Es notorio el incremento de los porcentajes de crecimiento de la población que vive en asentamientos informales (AI) y que también explica la persistencia de la pobreza en nuestras ciudades bolivianas. La pobreza urbana, empezó a ser considerada como parte del proceso de urbanización y metropolización, y con ello, una enorme dificultad de reducirla mediante políticas sociales focalizadas. La demanda de los sectores sociales más pobres, ha sido mayor de lo que el Estado y los gobiernos subnacionales podían ofrecer en cuanto a servicios públicos, sociales y urbanos, aunado a una falta de generación de empleos y de acceso a la vivienda; todo lo que es un indicio de la gravedad de la pobreza urbana, pues la población con sus empleos precarios no resuelve la satisfacción de las necesidades más básicas NBI, mucho menos mejorar su nivel de bienestar social. En Bolivia la Ley 1551 de Participación Popular y la Ley 2028 de Municipalidades, dieron por inicio a la construcción del municipalismo, que subsanaría las pobrezas territoriales, desde esa fecha municipales. Lo cual no ha sucedido, lamentablemente. Pero así es, las ETAs han perdido el rumbo en planificación del desarrollo departamental, urbano y el territorial.
En términos territoriales, la urbanización de la pobreza se empezó a reflejar en la anexión “de nuevos territorios urbanos a la ciudad” en periodos de tiempo muy cortos por grupos de población pobre. Lo anterior creó una situación difícil pues en el proceso de la expansión de la ciudad, propició que mucha de la población que llegaba a la ciudad se asentara en zonas desfavorecidas de infraestructura y equipamiento; y la integración de nuevos territorios a la ciudad, básicamente significó empujar al empobrecimiento hacia las periferias capitalinas: “crecimiento de la mancha urbana”. Esto causó gran preocupación ya que anexarse a la ciudad y ser parte de ella, no fue precisamente para mejorar los niveles de vida, sino en mucho de los casos, fue para reproducir los niveles de pobreza. La llamada “fragmentación urbana”, que delineaba nuevas fronteras urbanas interiores, se traducía en la desarticulación funcional intraurbanas, es decir, una línea muy bien delimitada entre el centro y la periferia, el primero se identifica con la super concentración de infraestructuras y equipamiento urbano (agua, alcantarillado, salud, educación, mercados, alumbrado público, transporte, calles, etc.), mientras que las periferias se caracterizaban por la falta de esos componentes urbanos, precisamente.
En los últimos años los grupos pobres han sido empujados hacia la periferia, sin embargo, se le ha puesto poca atención a la localización de la pobreza en la periferia. Es decir, a la vez que existe una dinámica de localización de grupos pobres en la periferia, que se refiere a población que están llegando por primera vez a la periferia o a aquella que es expulsada de zonas centrales; por otro lado, hay una reconcentración de grupos pobres en las zonas ampliadas del radio urbano, es decir, población que está llegando donde ya había pobres pre-existentes o estructurales, que puede definirse por varias características, como ser su homogeneidad en su densidad demográfica, en la forma de producción de la vivienda, en el nivel socioeconómico de su población, años de su instrucción escolar, media o superior. Podríamos llamar a este fenómeno social como: La Suburbanización de la Pobreza.
El espacio suburbano tarijeño, se formó entre los 80 y 2000, lo cual se dio por dos procesos clave, uno de la “relocalización” provocada por el famoso 21060 y el otro del boom gasífero, que trajo una migración campo ciudad y de otras ciudades. Un rasgo sobresaliente fue que gran parte del “poblamiento suburbano” fue a partir del establecimiento de asentamientos informales que adquirieron de forma ilegal el suelo que habitan. Estos asentamientos informales se formaron a través de la autoconstrucción de viviendas, que les tomó entre 10 a 20 años en promedio para ser ampliadas y consolidadas. En términos territoriales este tipo de poblamiento popular continua después de la década de los noventa, pues fue un tipo de poblamiento que se dio a ritmos de crecimiento acelerados, lo que propició la extensión de la periferia, y provoco que esos primeros suburbios, adicionaran y/o crearan subsecuentemente nuevas zonas de poblamiento denominadas anillos, coronas o contornos, es decir, zonas que representan los sucesivos periodos temporales de la expansión urbana tarijeña: asentamientos espontáneos y dirigidos por loteadores (Consolidación de la ciudad y desarrollo económico, 2008, 2013). En términos sociales las familias que autoconstruyeron sus propias viviendas y se organizan para obtener sus títulos de propiedad aún viven en esos asentamientos, y continúan siendo habitantes de la primera periferia: con un alto grado de deterioro social, físico y, económico, principalmente.
Lo anterior revela que estos espacios se originaron en medio de un contexto de pobreza y, al paso de los años, esa pobreza se mantuvo o se agudizó, lo cual revela el hecho de que las familias originales nunca salieron de la periferia, pues no hubo progreso familiar. Es poco probable que las familias hayan evolucionado económicamente, eran pobladores provenientes de familias de bajos ingresos, que reprodujeron los mismos patrones de baja calidad de vida (cuentan con vivienda sin título); estos espacios se ocuparon en medio de la ilegalidad y se creó un estado de incertidumbre para realizar contratos de compra-venta a terceros, por lo tanto, no vendieron su propiedad para mejorar el nivel de vida; lo anterior asociado a la carencia de políticas sociales urbanas de mantenimiento y/o mejoramiento de esos asentamientos. Todo indica que las áreas suburbanas que en su mayoría tuvieron su origen en la pobreza, fueron espacios que no superaron esos niveles de pobreza, sino al contrario, los suburbios se convirtieron en espacios que perpetuaron esa pobreza y, se mantienen por la proximidad “al centro”, que es la necesidad de estar cerca de una mayor oferta de empleos y servicios, a pesar de las condiciones de deterioro en la que viven. La condición socioeconómica de su población es de niveles muy bajos, y, por lo tanto, constantemente están expuestos a un alto grado de vulnerabilidad social y a que sus condiciones de vida se vean deterioradas con rapidez, sin mejoras sustanciales. Estas periferias urbanas tarijeñas, son zonas muy dinámicas y están en constante transformación; el crecimiento poblacional incide directamente en los cambios y transformaciones más notables de este espacio donde existe poca integración funcional con el contexto urbano central o casco viejo, lo que no ha favorecido positivamente su formación como subsistema urbano; la complejidad de estos espacios muestra que las periferias no son uniformes, en términos urbanos, sociales, económicos, políticos, etc.: “periferización de la pobreza”.
Ante la posibilidad de ejecutarse el CNPV 2022, programado inicialmente para el 16 de noviembre, el proceso precensal y censal, podría proporcionar información y datos muy importantes, de la población, condiciones de las viviendas, acceso a servicios, disponibilidad de medios de transporte y accesos viales, salud, educación, banca, áreas de equipamiento, servicios diversos, etc. Sin embargo, las autoridades subnacionales que participaron de la reunión del Consejo Nacional de Autonomías que definió y avaló la realización censal para el 2024, pareciese que no les interesaba conocer este estudio y sus resultados y, de que se disponga de más recursos, pues está demostrado que la población tarijeña se ha incrementado en cifras porcentuales importantes como establecen las proyecciones estadísticas. Además, con un añadido técnico: la actualización cartográfica -que ejecutará el INE- proporciona información cartográfica estadística real, valiosa en materia de planos y mapas, muy útiles a procesos de planificación urbana y de área dispersa: Planificación Social y Regional: Planificación e Inversión, para conocer y trabajar la Pobreza Territorial.