lunes, diciembre 11, 2023
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Facetas de una misma realidad

El mismo amanecer se ve distinto dependiendo desde dónde uno esté parado. Es duro ver que, en especial en el centro, la ciudad de Tarija presenta una cara triste, la de los sin techo, aquellos que están en las calles estirando la mano, pidiendo limosna o alguna ayuda para poder sobrevivir. Efectivamente, son hombres y mujeres, muchos adultos pero también demasiados niños, pequeños inocentes que son arrastrados por la pobreza, por la miseria, por sus propios padres, en algunos casos los acompañan porque no queda más que ir con ellos ya que no tienen donde dejarlos… pero también muchos son soltados en la calle, por el mundo, para hacer eso, mendigar, criminal acción de padres desesperados tal vez, que necesitan más manos para juntar dinero que sirva para la comida del día. Así es, con tristeza notamos que la mendicidad tiene rostro de niño y el corazón se rompe porque ellos sólo deberían jugar, divertirse, estudiar, no sufrir ni hambre ni frío… la realidad es otra, es dura, es hiriente pero es la realidad.

La mendicidad ha cundido en Bolivia toda, nos golpea en cada esquina, en cada semáforo. Lo triste es evidenciar que los niños son empujados a asumir el papel más duro en este circo. En muchos casos, son los mismos progenitores los que enseñan a sus hijos a mendigar, les enseñan como tocar la sensibilidad de la gente y de repente descubrimos que hasta eso se ha convertido en un negocio, padres que bien podrían trabajar en lo que sea o de lo que sea, en vez de estar deambulando esperando que les caiga una moneda o un billete por pena, por lástima. Que son capaces de inculcar esa forma de vida en quienes son sangre de su sangre, llegando incluso a sólo hacerlos trabajar a ellos mientras esperan la recaudación del día. Una especie de explotación de niños como mendigos ejecutada por papá y mamá… suena torcido, no natural, pero sucede.

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