jueves, abril 25, 2024
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El 2025, no será la clase política y los partidos que definan el futuro, si no, la sociedad civil organizada


Eduardo Claure
Los movimientos sociales han impactado en la vida comunitaria, nacional e internacional; el estudio de sus alcances y trayectorias nos permite entrever las formas en que se desarrollan los cambios en la vida social y política de un país. Así, estos sucesos contribuyen al entendimiento de las sociedades y de los sentimientos de rebeldía que ellas han expuesto ante los Estados y la opinión pública en varias partes del mundo. En algunos casos con estremecedores y violentos resultados, pero que cambiaron algo.
La búsqueda incesante de la causa única, es a menudo la forma insidiosa de la búsqueda del culpable: es decir, del juicio de valor… el monismo de la causa no sería más que un estorbo para la explicación histórica, que busca haces de ondas causales y no se espanta de que sean múltiples, ya que la vida los muestra así. Por ello, el presente análisis no pretende señalar momentos o procesos como únicos y definitorios para la explicación-comprensión de la movilización social en Bolivia el 2019 y desde hace medio siglo en diversos puntos del planeta. Sin embargo, lo que si pretende es reconstruir los hechos, bañados por la atmósfera de su tiempo (el proceso electoral de 2005 para la elección de presidente del MAS-IPSP) y con ello, captar el cambio, la antítesis que surge de dos atributos del tiempo: el paso continuo y el cambio perpetuo, antítesis de la que provienen los grandes problemas de la investigación histórica. El argumento del cual partimos señala la existencia de una crisis en la relación mando-obediencia, es decir, una crisis hegemónica que se establece a partir de la ruptura de códigos morales contenidos en un marco común material y significativo (que no ideología compartida o consenso ideológico, sino un espacio de lucha y resistencia ante la dominación) que trata de mantener “estables” las relaciones entre gobernantes y gobernados en el nuevo Estado Plurinacional. Ruptura, que argumentamos, se establece a un doble nivel: por un lado, a nivel de la política nacional en la relación de reconocimiento, apertura y negociación de demandas, que el gobierno del MAS-IPSP sostuvo con el ex movimiento popular y las organizaciones surgidas en los años del “proceso de cambio”, especialmente y, por otro lado, una ruptura a nivel de la vida cotidiana del pueblo, contenida en la cultura popular que se reproduce en el día a día: la intervención a sus espacios públicos y simbólicos y la agresión de la que fueron objeto en el objetivo serio de anular el 21F, hasta el monumental fraude del 2019: “pititas”. Al hacer referencia a estos códigos morales -suplantados- señalamos la existencia de formas legítimas de procedimiento en la media en que establecen, no un consenso, sino formas prescritas para expresar tanto la aceptación como el descontento, es decir, límites y obligaciones que regulan lo que pueden y lo que no pueden hacer tanto quienes ponen las reglas como quienes las obedecen -solo masistas- ante la sociedad civil aun no organizada, pero que está en resistencia silenciosa… ¡La sociedad civil aún no está organizada, siendo El Soberano…!!
Señalemos que, tomar un objeto contencioso particular o un punto de falla en el establecimiento de un marco discursivo común, vale para examinar los procesos hegemónicos. Conceptualizar tales procesos en términos de la necesidad de construir un marco discursivo común nos permite examinar tanto el poder como la fragilidad de un orden de dominación particular, entendiendo este proceso hegemónico como proyecto del Estado más que como logro del Estado: Exploremos la hegemonía no como una formación ideológica acabada y monolítica, sino como un proceso político de dominación y lucha problemático y debatido, pero fracasado: al final, qué fue del proceso de cambio, alguien sabe algún logro significativo al que hubiese arribado..? La historia, proporciona la evidencia de causas necesarias, pero nunca de causas suficientes. Vayamos pues, a la búsqueda y comprensión de estos fenómenos sociales en movimiento, en formación: sin jefes, ni partido. Las plataformas fueron ese inicio el 2019. Debe retomarse su dinámica e iniciativas. ¡¡La sociedad civil, debe volver a organizarse…!! Veamos lo que han sido dos ejemplos en el mundo.
El movimiento de los chalecos amarillos es un movimiento social de protesta que se formó en Francia a partir del mes de octubre de 2018. El movimiento también se extendió, en menor medida, a otros países vecinos principalmente Bélgica, Países Bajos, Alemania, Italia, y España. Esta movilización tiene su origen en la difusión en las redes sociales de llamadas de los ciudadanos a protestar contra el alza en el precio de los combustibles, la injusticia fiscal y la pérdida del poder adquisitivo. El movimiento se presenta a sí mismo en los medios de comunicación como espontáneo, transversal y sin portavoz oficial. Inicialmente se centra en el rechazo generalizado al alza del impuesto sobre el carbono, pero se amplía rápidamente a otras reivindicaciones: la disminución del poder adquisitivo de las clases medias y clases bajas, la renuncia del presidente Emmanuel Macron o la organización de un Referendo de Iniciativa Ciudadana (RIC). El movimiento se organizó en torno a los bloqueos de carreteras y rotondas y varios eventos nacionales que tuvieron lugar todos los sábados desde el 17 de noviembre de 2018. Al encontrar una fuerte participación en las diferentes regiones, las protestas se extendieron a las ciudades más grandes. Desde el inicio de las manifestaciones y hasta el 10 de enero de 2019, más de 6.400 manifestantes fueron detenidos por la policía. 2.100 manifestantes han resultado heridos, indican los datos del Ministerio del Interior. Según un exhaustivo recopilatorio realizado por el diario Mediapart, se han producido más de 500 casos de evidentes abusos policiales. Entre ellos, hay 22 manifestantes que han perdido un ojo, cinco que se han quedado sin una mano, 210 que sufrieron heridas en la cabeza. Unos tres millones de personas participaron en el movimiento de los chalecos amarillos.
Las protestas y masacre de la plaza de Tiananmén de 1989, denominadas por el gobierno de China como incidente del 4 de junio, consistieron en una serie de manifestaciones lideradas por estudiantes chinos, que ocurrieron entre el 15 de abril y el 4 de junio de 1989, además de su posterior represión, ordenada por las autoridades de la República Popular China. La protesta recibe el nombre del lugar en que el ejército chino disolvió la movilización: la plaza de Tiananmén, en Pekín, capital de China. Los manifestantes provenían de diferentes grupos, desde intelectuales que creían que el Gobierno era demasiado represivo y corrupto, a trabajadores de la ciudad que creían que las reformas económicas en China habían ido demasiado lejos y que la inflación y el desempleo estaban amenazando sus formas de vida. El acontecimiento que inició las protestas fue el fallecimiento de Hu Yaobang. Tras las protestas y las llamadas del Gobierno pidiendo su disolución, se produjo en el seno del Partido Comunista, que ocupaba el Gobierno por aquel entonces, una división de criterio acerca de cómo responder a los manifestantes. La decisión tomada fue suprimir las protestas por la fuerza, en lugar de acceder a sus reivindicaciones. El 20 de mayo, el Gobierno declaró la ley marcial y en la noche del 3 de junio, envió los tanques y la infantería del ejército a la plaza de Tiananmén para disolver la protesta. Las estimaciones de las muertes civiles varían entre 200 y 2000 según gente que estuvo presente, las víctimas mortales fueron tanto civiles como soldados, y fueron fuera de la plaza. Tras la violencia, el Gobierno emprendió un gran número de arrestos para suprimir a los instigadores del movimiento, expulsó a la prensa extranjera del país y controló estrictamente la cobertura de los acontecimientos en la prensa china. La represión de la protesta de la plaza de Tiananmén causó la condena internacional de la actuación del Gobierno de China. Las reformas políticas de China desde 1986 terminaron en las protestas de Tiananmén, mientras que el programa de Reforma y Apertura se detuvo hasta la «inspección del sur de Deng Xiaoping» en 1992.

Estos dos ejemplos, son definitivamente, ejemplos de la capacidad de organización de la sociedad civil para enfrentar a un desgobierno, una dictadura o un totalitarismo político ideológico, contaminado con la economía del submundo narco, que debe ser superado democráticamente en las urnas en las elecciones nacionales del Bicentenario, el 2025. Los referentes político ideológicos, sin partido, ni sigla, ni color, ni jefes, que existen en todo el país, tienen la posibilidad de comandar una organización -frentista o no- con similares en los nueve departamentos. Se deben respetar diferencias, particularidades regionales, pero siempre debe estar por encima, el valor de lo nacional en su unidad y complejidad social y cultural. Construir un entretejido social, cohesionado, dinámico, capaz de recrear ideologías, es un imperativo, donde confluyan visiones y propuestas e ideas proactivas en función de un país único, integro, diverso, pluri multi, ¡¡pero que tenga una sola visión de un único país para todos…!! “Bolivia Somos Todos”: complementarios, empáticos y democráticos.

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